domingo, 27 de mayo de 2007

Mi abuela

Cuando yo nací, mi abuela vivía el invierno de su vida. Mi madre, tuvo que trabajar para mantenernos, y no pudo dedicarse a cuidarnos como seguramente hubiese querido. Pero mi abuela estaba allí, la ayudó y nos ayudó. Para ella fui como el hijo que le hubiese gustado tener.

Desde pequeño, mi abuela cuidó de mí. Cuidó hasta términos insospechados, quizás me cuidó demasiado, pero yo siempre la correspondí con mucho cariño. Ella me arropó cuando tuve frío, me atendió cuando estuve enfermo, me alegró cuando estuve triste, me acercó al bien y me alejó del mal.

Entre los recuerdos que tengo de aquella época, está el rezo. Ella me enseñó a hablar con Dios, aunque no creía nada en los curas: "A misa voy hermano, a verle el culo a un marrano". Todos los viernes, antes de acostarnos, rezábamos una oración que aquí reproduzco para que alguien con buen corazón la recoja, y así no termine olvidada en algún lugar de mi memoria:

"Por los campos de San Juan, Jesucristo había pasado.
Y las señas que llevaba, de morir crucificado.
Un cruz lleva en sus hombros, una cadena en sus manos,
y a vuelta lleva un cordero, un cordero sagrado.
Que la sangre que derrama, cae en un Cáliz sagrado.
Y la gente que la bebe, la bebe sin pecado.
El que la sabe, no la dice, el que la dice, no la entiende,
y el día del Juicio Final verá, lo que en ella se contiene.
Sacará un alma de pena, y la suya del pecado,
el que esta oración dijese, todos los viernes del año".

Pero tanta felicidad no iba a durar para siempre, porque siempre suele ser demasiado tiempo. Mi abuela sufrió una trombosis que la afectó física y mentalmente. Durante el tiempo que estuvo enferma, la gustaba cantar (coplas, sobre todo) de vez en cuando. Yo la acompañaba con mi teclado electrónico. Una de sus canciones favoritas fue El Relicario.

De mi abuela aprendí muchas cosas, pero sobre todo la ironía, el sarcasmo y la mofa pública, que según dicen, es propio de nosotros, los españoles. Es algo que hago normalmente, de forma natural, porque me gusta, y sobre todo, porque lo hago en su memoria, para recordarla y homenajearla...

Mi abuela se fue un diez de Enero, como se van los pétalos de las flores empujados por el viento. Esta es la mejor forma que conozco de hacer las paces con Dios. No creo en ti, pero tampoco te odio.

Dedico estas líneas a mi abuela Carmen, que siempre me decía: "Hijo, jamás llegaré a verte casado" (Y acertó).

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