martes, 29 de mayo de 2007

Mamá, soy heterosexual

Recuerdo, una vez, desayunando con mis compañeros de trabajo, uno me comentó que le habia dicho a su madre:
- Mamá, soy heterosexual.

Su madre, se quedó bastante perpleja la mujer, pues no entendía muy bien por dónde iban los tiros. Ese mismo día, por la noche, cuando llegué a mi casa, repetí la jugada, pero con mi madre:
- Mamá, soy heterosexual.
- ¿Eh? Pero a ti te gustan las mujeres, no?.
- Pues claro, más que a un tonto un lapicero.

Y es que, y he aqui el motivo de este documento, ahora los hetereosexuales parecemos que somos los raros. Teniendo en cuenta que el 25% de la población sois bisexuales, el ser gay ha pasado de ser una enfermedad a ser un poder fáctico.

Que conste, que para nada soy homófobo, recordemos como curiosidad histórica, que mucho antes del Día del Orgullo Gay, los homosexuales eran detenidos y tratados como enfermos, en Estados Unidos, claro. Un acto totalmente deporable.

Creo que la sociedad se está llenando de blandengues. Una cosa es ser un hombre sensible, que llora con las películas románticas (sin tener que tirarse de un pelo de la nariz para hacerlo), y otra muy distinta es emocionarse hasta por encontrar sitio para aparcar.

El otro día, andando por la calle, escuché a dos jóvenes vestales (creo) decir:
- Jo, tía, mira a ese chico, está buenísimo.
Y cuando volví la cabeza para ver a "ese chico", resultó que el susodicho en cuestión estaba flaco como un canalón, y tenía menos hombros que un plátano. ¿Que ha sido de aquellas mujeres a las que les gustaba Rod Hudson? o ¿que ha sido de aquellos hombres a los que les gustaba Marlene Dietrich?, lloro.

Tampoco entiendo esa manía andrógina que tienen algunos modistos, que utilizan maniquís con menos curvas que una pista de aterrizaje. La mujer, con curvas, por favor. Pero claro, no vas a poner a un zorro a cuidar gallinas...

Y en cuanto a la diversión, pues más de lo mismo. Parece que ser divertido, tener una lengua viperina, y ser capaz de tararear todas las canciones de Gloria Gaynor es privilegio de unos pocos... los mismos que duermen en sábanas rosas, o que les gustan las películas de gladiadores.

Pues no, me niego rotundamente. Algo así no es específico de un grupo en concreto, pertenece a cada individuo. Ser diferente puede que sea privilegio de unos pocos, pero a esos pocos les pueden gustar las ostras o los caracoles, indistintamente.

lunes, 28 de mayo de 2007

En el año 2000 no habrá ni hombres ni mujeres: seremos todos gilipollas

Pues bien, después de investigar durante un tiempo, he de reconocer mi fobia hacia un sector de la humanidad que cada día tiene mayor apogeo: los gilipollas. Tiene el agravante añadido que, así como otros grupos sociales son discriminados por religión, sexo o color y son fácilmente identificables, a los gilipollas sólo se les detecta por sus acciones.

Tenemos gilipollas de todo tipo. Tu vecino, tu compañero de trabajo, un amigo de un amigo, tu presidente de gobierno, cualquiera puede ser un gilipollas. Pero tienes que tener mucho cuidado: si hablas con un gilipollas, no te tomarán como un conocido de él, sino como otro gilipollas más.

Gilipollas en la familia...
El padre le dice al bebé (acompañados de gestos pocos coordinados):
- Gugugu Agugu Agugu Agugu.
El bebé pensará:
- Menudo gilipollas se está acostando con mi madre.

Gilipollas en el trabajo...
Entre jefes, usuarios y clientes, es precisamente en esta parte de la vida donde mayor número hay. Y sobre todo, donde más se sufren, pues aunque se pueden evitar, no se pueden erradicar:
- Tenemos a todas las oficinas de telebanca paradas por este problema.
- ¿De cuántas estamos hablando?
- De una.

Gilipollas en el gimnasio...
- Prefiero tirar con poco peso, no vaya a ser que se me desarrolle mucho el músculo, y me ponga como Arnold Schwarzenegger.
- Ni aunque nacieras de nuevo te pondrías como él...

Gilipollas en las relaciones personales...
"Y le llevé una orquídia a nuestra cita en la Glorieta
la bella se besaba con un chulo y apoyada en un farol
Y yo allí con mi flor como un gilipollas, madre
y yo allí con mi flor como un gilipollas." (Marieta, La Mandrágora).

Gilipollas en Internet...
- Ten cuidado con ese que es Moderador!!!
- ¿Con quien?
- Uy, perdón, si eres tu...

Gilipollas en la cola del supermercado...
- Me dejas pasar primero a mi, que sólo llevo una botella de leche?.
- Yo también llevo sólo una caja (de botellas de leche).
- Pues es verdad...

Gilipollas en el restaurante...
- Hola, está ocupado este asiento?
- Si.
- ¿Molesto si me pongo aquí en este hueco? (señalando el espacio entre las dos sillas)
- Te puedes poner agarrado a la pared, si te gusta trepar...

Gilipollas en la política...
Jimmy Carter fue apodado "el gilipollas" por sus colaboradores. Ni que decir tiene que lo hicieron para referirse a él en tercera persona (lo pillas, idem?).

La gente se escandaliza por ésta, mi actitud. Pero también es una pena que el índice de nacimientos entre personas normales sea menor, que el índice de defunciones entre gilipollas. Todas las guerras se basan en intereses comerciales y en cambio, nadie investiga este tipo de patologías:

"Parece mentira que haya medicinas que curan enfermedades, y al que es gilipollas no le cura ni su santa madre".

domingo, 27 de mayo de 2007

Mi abuela

Cuando yo nací, mi abuela vivía el invierno de su vida. Mi madre, tuvo que trabajar para mantenernos, y no pudo dedicarse a cuidarnos como seguramente hubiese querido. Pero mi abuela estaba allí, la ayudó y nos ayudó. Para ella fui como el hijo que le hubiese gustado tener.

Desde pequeño, mi abuela cuidó de mí. Cuidó hasta términos insospechados, quizás me cuidó demasiado, pero yo siempre la correspondí con mucho cariño. Ella me arropó cuando tuve frío, me atendió cuando estuve enfermo, me alegró cuando estuve triste, me acercó al bien y me alejó del mal.

Entre los recuerdos que tengo de aquella época, está el rezo. Ella me enseñó a hablar con Dios, aunque no creía nada en los curas: "A misa voy hermano, a verle el culo a un marrano". Todos los viernes, antes de acostarnos, rezábamos una oración que aquí reproduzco para que alguien con buen corazón la recoja, y así no termine olvidada en algún lugar de mi memoria:

"Por los campos de San Juan, Jesucristo había pasado.
Y las señas que llevaba, de morir crucificado.
Un cruz lleva en sus hombros, una cadena en sus manos,
y a vuelta lleva un cordero, un cordero sagrado.
Que la sangre que derrama, cae en un Cáliz sagrado.
Y la gente que la bebe, la bebe sin pecado.
El que la sabe, no la dice, el que la dice, no la entiende,
y el día del Juicio Final verá, lo que en ella se contiene.
Sacará un alma de pena, y la suya del pecado,
el que esta oración dijese, todos los viernes del año".

Pero tanta felicidad no iba a durar para siempre, porque siempre suele ser demasiado tiempo. Mi abuela sufrió una trombosis que la afectó física y mentalmente. Durante el tiempo que estuvo enferma, la gustaba cantar (coplas, sobre todo) de vez en cuando. Yo la acompañaba con mi teclado electrónico. Una de sus canciones favoritas fue El Relicario.

De mi abuela aprendí muchas cosas, pero sobre todo la ironía, el sarcasmo y la mofa pública, que según dicen, es propio de nosotros, los españoles. Es algo que hago normalmente, de forma natural, porque me gusta, y sobre todo, porque lo hago en su memoria, para recordarla y homenajearla...

Mi abuela se fue un diez de Enero, como se van los pétalos de las flores empujados por el viento. Esta es la mejor forma que conozco de hacer las paces con Dios. No creo en ti, pero tampoco te odio.

Dedico estas líneas a mi abuela Carmen, que siempre me decía: "Hijo, jamás llegaré a verte casado" (Y acertó).

viernes, 25 de mayo de 2007

La vida es lo que te sucede mientras haces otros planes

Nací el Lunes 22 de Enero de 1968, a las 6:30 horas en el Hospital Militar de Málaga, Andalucía, España, Europa, a una muy temprana edad (como Groucho Marx). Soy por tanto contemporáneo de híbridos como "2001, Una odisea en el Espacio", la "Primavera de Praga" o "debajo de los adoquines está la playa". Mi nombre Alexi, es elegido por mi madrina inspirada en un político de la época: Aleksey Nikolayevich Kosygin. A los tres meses, por motivos que algún día desvelaré (en mis memorias y previo pago), mi familia se traslada a Madrid (Pongamos que hablo de...), donde resido habitual y actualmente.

Mi padre da un SQLCODE igual a 100, o un error 404 no encontrado, por lo que mi madre tuvo que trabajar en la hostelería (llegando a ser la mejor cocinera italiana de Madrid) para que a mi hermana y a mi, no nos faltase nunca de nada. Mi abuela materna, Carmen, que vivía con nosotros, fue la encargada de abrigar nuestro corazón durante todo este tiempo.

Fui un niño muy precoz, a los nueve meses ya ando... por ahí. Nací con los pies valgos, y para corregir el defecto, utilicé botas ortopédicas (si Dios hubiese querido que todos fuésemos iguales, todo el mundo hubiese llevado botas ortopédicas). Lo que sucede con este tipo de calzado, es que cuesta más parar que comenzar a caminar. Los patitos y pollitos que me compraban para jugar, no se daban cuenta de este "pequeño detalle" y se cruzaban en mi camino, precipitándose hacia su propia destrucción. A medida que fui creciendo, el problema se solucionó, pero ya era demasiado mayor para jugar con patitos y pollitos...

En 1972 (Año de las Olimpiadas de Munich) comencé mis estudios en un colegio de pago (a plazos). Aprendí cosas como La Ley de la Gravedad, que uno mas uno son dos (excepto en el sistema binario, que son diez), que el mejor Alcalde es el Rey, etc... Pero cosas importantes de la vida, no me explicaron, como por ejemplo: ¿Por qué dados dos bares situados en la misma zona, uno está lleno y otro vacío? ¿por qué los coches andando marcha atrás suenan diferente? ¿dónde terminan las carreteras? o ¿por qué el Coyote nunca coge al Correcaminos? Descontento con los métodos clásicos, busqué todo ese conocimiento omitido en uno de los legados sagrados que nos ha dejado el Siglo XX: La Televisión.

En ese año también nació mi hermana, la Encantadora de Abejas. Coincidiendo con su nacimiento, me llevaron a conocer a mis abuelos paternos, que vivían en un pueblo, italiano, al pie de la montaña. Era la primera vez que montaba en avión, y lo pasé francamente mal. Desconocía el funcionamiento, y no es que tuviese el síndrome del copiloto, sino que pensaba que el avión despegaría, pero que luego tendrías que tirarte en paracaídas para llegar a tu destino. De Italia recuerdo sólo dos cosas: Una estatua con hombres desnudos en Roma, y el autocar que nos llevó al pueblo, con todas las ventanillas manchadas de vómitos (el trayecto tenía muchas curvas).

Hice la Segunda Comunión en 1977 (la primera hostia me la dio mi madre cuando me negué a ir a clase de Catequesis) y posteriormente, la religión y yo comenzamos a separarnos: "hoy no han dado vino, como en la primera vez" dije a la salida de una misa celebrada semanas después.

Destaqué en el colegio sobre todo por mis notas. Prueba de ello fueron mis cuatro Diplomas y varias Medallas de Honor. Mi vida estudiantil se interrumpía con frecuencia, generalmente en invierno, por la llamada "gripe rusa". Faltaba más a clase, que la honestidad en la política. Estaba en cama unos días con fiebre y pegaba un estirón. Así, a los quince años, medía ya el metro ochenta y cuatro centímetros.

En 1978 aprendí Mecanografía. Mi profesora, además de mala leche, tenía un lema: "la letra, con sangre entra". Y conmigo no le hizo mucha falta aplicarlo, porque, gracias a ella y a sus enseñanzas, he llegado a ser el mayor copia-pegador del Medio Oeste Europeo.

Años más tarde comencé mis estudios de B.U.P., pero ahí la cosa cambió: dejé de ser un empollón, debido sobre todo a mi exceso de testosterona. Comencé a relacionarme con chicas y a tener otras inquietudes en la vida, sobre todo en el plano metafísico: "A veces, durante la oscuridad de la noche, cuando estoy tumbado en la cama de mi habitación, mirando la Luna y las estrellas, yo me pregunto: ¿dónde cojones está el techo?"

También participé en diversas revueltas estudiantiles: protestamos de forma enérgica contra la Guerra de las Malvinas. Para ello, quemamos una bandera británica, pintada con témpera, que como es pintura al agua, fue imposible hacerla arder, y metimos un petardo dentro de una botella de cerveza que no estalló, pena de vida.

Es por aquel entonces cuando mi abuela, sufre una trombosis que deja paralítica la parte derecha de su cuerpo. Tuve una depresión muy fuerte que me apartó durante un tiempo de los estudios. Fui al psicólogo y entre los recuerdos que tengo de aquella época, está el Test de Rorschach, una prueba que consiste en interpretar una serie de manchas en cartulinas: "Tú ves claramente a una mujer con las piernas abiertas sobre un enorme charco de sangre, pero tienes que decir que ves a una mariposa de colores, porque si no, te toman por loco".

Cuando salí de todo este problema, fui ya otra persona, bueno en realidad, el psicólogo nos dijo que "teníamos doble personalidad". Retomé los estudios con algo que me gustaba: FP Electrónica. Era un manitas de cualquier aparato electrónico. Pero claro, a la hora de enchufarlo, que lo hiciera otro. Los fines de semana, iba a ayudar al negocio familiar: "Fui cocinero antes que fraile". Allí, en el restaurante, aproveché mis múltiples personalidades: pizzaiolo, barman, repostero, cajero, contable... todo en tiempo compartido.

En 1985 me fui de vacaciones a casa de mi tía, en Florida, Estados Unidos, y visité uno de los sitios que más define la cultura norteamericana: Disney World. "está muy sucio, mira que ratón más grande (señalando a Micky Mouse)" le dije a mi madre. También visité Cabo Cañaveral, meses antes de la tragedia del Challenger. Repito, por enésima vez que mi visita y dicho acontecimiento no guardan ninguna relación.

Poco tiempo después, en 1987, me invitaron a un sitio donde me cortaron el pelo, me dieron ropa, me pusieron en forma, me ayudaron a no pensar. Un sitio donde te enseñaban muchas cosas, y yo a cambio les di doce meses de mi vida: hice el Servicio Militar en Infantería de Marina.

Cuando acabé con el ejército, me planteé ser algo en la vida. Para ello quise dedicarme a mi gran pasión: las mujeres, más concretamente quise ser "nipple tweaker". Pero las mujeres no estaban muy de acuerdo conmigo, así que opté por la Opción B: la Informática. Total, las revistas de informática y de mujeres ligeras de ropa siempre han estado muy cerca en los escaparates de los quioscos de prensa.

Iba con frecuencia por la Ciudad Universitaria (sobre todo porque se atajaba para ir a la zona de bares de Madrid). En pocos años, recuperé el tiempo perdido. Era conocido entre mis amistades como "La Esponja", debido a las "moderadas" cantidades de alcohol que consumía. ¿Quién no se ha pillado una borrachera alguna vez? Maté alguna de mis mejores neuronas de esta forma.

En 1990 entré en el mercado laboral. Aprendí cosas como que "La semana tiene más de siete días", que "La mujer del Cesar no sólo tiene que serlo, sino parecerlo", que "El secreto del éxito está en la sinceridad, hay que saber fingirla" o que "Lo que no puede ser, no puede ser, y además, es imposible". En definitiva, aprendí a tratar con Jefes.

Años más tarde (en 1995), actualicé mi Ordenador Personal (de 386 a 486), y entre otras muchas cosas, le enchufé un modem, y me conecté a Internet. A partir de ese momento, descubrí un nuevo medio donde poder expresarme más libremente y donde poder tener una identidad (más): El Criador de Gusanos.

Coincidiendo con la crisis de los 30, me replanteé alguno de los aspectos de mi vida. Me puse a régimen, me apunté a un gimnasio, seguí sin fumar (provoca cáncer), comencé a beber menos (las acciones de Havana Club y Coca-Cola bajaron ese año).

Poco tiempo después, tuve que operarme, porque sobre todo por las mañanas, me mareaba. Fui al médico, y me recomendó un cambio de sexo. Lo estuve pesando y sopesando. Al final opté por uno más pequeño, y la cosa funcionó, distribuyendo mejor la sangre, llegando incluso al cerebro y teniendo buenas ideas al respecto.

Continuará...