jueves, 5 de enero de 2012

Mis Juguetes

No recuerdo bien cuál fue mi primer juguete, pero sí recuerdo con especial cariño un camión volquete de color amarillo que tuve cuando era niño. Lo utilice tanto que tenia incluso la pintura descascarillada. El camión era de metal, no como las mariconadas que construyen ahora, y como no lo tenía asegurado a todo riesgo, no lo pude pintar nunca. Mi camión era de tamaño medio, calculo que media medio metro, pero como en aquella época era joven e inexperto, a lo mejor eran más cuarenta centímetros que sesenta. La caja de cambios era sincronizada (el brummm, brummm que imitaba yo con la boca, y que, como no conocía el doble embrague, pues eso, la caja de cambios era sincronizada).

Uno de los encargos que solía hacer con mi camión era la distribución de envases de medicinas en casa de mi madre vecina (todos tenemos una vecina que para nosotros es como una madre, y algunos tenéis una madre que para vosotros es como una vecina). En aquella época, no había orientales que hiciesen trabajos manuales por tres duros, así que, esa mujer, trabajaba para un laboratorio montando los pequeños envases de medicinas en su casa. Yo, con mi camión volquete amarillo jugaba llevando los envases sin montar desde el polígono industrial (trastero) a la cadena de fabricación (patio). No sé como acabó mi camión volquete amarillo, quizás su espíritu resida ahora en una lata de refresco de limón, pero durante el tiempo que fue mi juguete, me hizo muy feliz y me lo pase muy bien con él.

También tuve un robot no compatible con la eficiencia energética, que cada vez que lo encendía se iluminaba como un árbol de Navidad. Hacía cuatro movimientos básicos: movía la cabeza, movía las manos, movía los pies y abría dos compuertas del pecho que le destellaba como un casino de Las Vegas. Usaba dos pilas de las más gordas que había y cuando se le iban agotando (cosa que ocurría con demasiada frecuencia para mi gusto) empezaba a moverse y a sonar como HAL 9000 cuando le estaban desconectando.

En esto de los juguetes también existía el cisma de las dos Españas: Tente o Logo, Nancy "tobillos gordos" o Barbie "no me puedo ver los pies", Clicks de Famobil o Airganboys, Madelman o Geyperman, coches por control remoto (control por cable) o teledirigidos (control por radio). Como éramos niños y la estupidez todavía no se había instalado en nuestras vidas, pues podíamos pertenecer a un bando, al otro, o a los dos y no pasaba absolutamente nada. Las divisiones entre Star Wars / Star Trek, PC / Mac o PlayStation / Wii vendrían después de la mano de los iletrados fanáticos gilipollas de turno. Y lo digo con el corazón en la mano, con la intención de querer ofender a alguien.

Yo tuve varios Madelmanes y creo que un par de Geypermanes. Todavía hoy está por ver un muñeco que consiga el giro de antebrazo que tenía el Madelman (perdón por el momento "iletrado fanático gilipollas"). Tuve un Madelman explorador, que le metía entre los geranios y los pelargonios de mi abuela, pero tampoco podía hacer mucho más con él. Era explorador ¿Qué coño pintaba en un piso de cincuenta metros cuadrados en el Barrio del Pilar? Por aquel entonces tenía un amigo que tenía un Madelman hombre rana, pero como también tenía una pecera, pues le dio mucho más uso, y le duró mucho más que los peces de la pecera... Extraña coincidencia.

En otro episodio madelmandiano, otro amigo mío trajo su helicóptero Madelman, y montamos al explorador en él, junto con el Madelman cazador de safari que pilotaba. Si, lo sé, es todo un anacronismo, pero cuando jugábamos no teníamos en cuenta las fechas históricas... Tal y como hacen hoy en día las películas de Hollywood. En un momento dado, el piloto perdió el control y dio un giro brusco, con tal mala suerte, que mi Madelman se precipitó hacia su propia destrucción. Calculo yo que se cayó desde una distancia proporcional de quince metros (metro y medio) y se le partieron las piernas. Aprovechando la coyuntura, monté un hospital de veteranos de guerra, pero como no tenia enfermeras ni médicos, me aburrí un poco y terminé por abandonar el proyecto.

Posteriormente empecé a jugar con el Exin Castillos. Se corrió el rumor entre mis parientes que me gustaba construir castillos y... Llegue a tener los cuatro que había. Creo que al fundador de Castillon (Castellón) le paso algo parecido. Construí un castillo pequeño, construí un castillo mediano, construí un castillo mediano con foso de cocodrilos de gominolas, construí un castillo grande... Y como la catapulta en la Edad Media era una ADM (Arma de Destrucción Masiva), y yo no era un país autorizado para construirla, llegó el momento en el que me harté también de construir castillos.

Enlazando con una serie que películas de vaqueros que ponían en la televisión, convertí las piezas del Exin Castillos en... Vacas alemanas... Alemanas? Si, alemanas. No serán holandesas, de esas que son como la peli de Casablanca, en blanco y negro? No, alemanas porque eran cuadradas... Con las piezas del Exin Castillos no se podía hacer otra cosa, no hubieran pasado el test del túnel del viento.

Tuve también una mini colección de Clicks de Famobil, que como yo andaba enzarzado en las historias de indios y vaqueros, su correspondencia temática fue el “Fort Union”. Pese a poner todo de mi parte, allí las historias no daban mucho de sí. Si algo ha caracterizado a los Clicks de Famobil, han sido sus problemas sicomotrices. Creo que cuando fueron a crear las caderas del muñeco, el diseñador se fue de vacaciones. Y cuando volvió, y le preguntaron: Oye, Hans, cómo montamos a un Click en un caballo? El tipo contestó: Creamos un caballo que no tenga costillas. Y ale, a jugar en línea recta. Aún recuerdo a la diligencia saliendo del Fuerte, llegando a la pared, dando un giro aéreo de 180 grados (algo inusual en el lejano Oeste) para poder volver de camino al Fuerte.

Mediatizado por las películas que ponían en la televisión, en cierta ocasión, convertí a un par de Clicks de Famobil en guerreros espaciales, con la inestimable ayuda de la plastilina. Tuvieron una encarnizada lucha con pistolas láser, y uno acabó literalmente frito. Le pedí ayuda a mi abuela para freírlo en la sartén con aceite hirviendo. Fue mucho más realista que las historias en aquel Fort Union.

Obtuve mi primera herramienta, que fue una llave fija, con un Meccano que me regalaron. Era un juguete muy versátil, sin necesidad de tener que usar el soplete. Podías construir casi cualquier cosa, y la pieza que no se ajustaba, la doblabas, así sin más, y sin ningún trauma de diseño. Monté un camión grúa mientras esperaba a mi padre despierto. Mi madre le dijo que lo había construido yo sólo, y ambos se quedaron bastante sorprendidos. Cuando me surgieron las primeras dudas mecánicas… Leí el manual de instrucciones. Vamos, como suelo hacer hoy en día.

Una amiga de mi tío paterno (que además es mi padrino) me llevó a una tienda de juguetes y me dijo: Coge el juguete que quieras. Y allí estaba él. Un musculoso camión grúa pluma de cuatro ejes, de no más de veinte centímetros y de color verde aceituna. Habiendo visto películas como “Convoy”, series como “En Ruta” o la española “Camioneros”, bauticé a mi grúa como “Monstruo de Montaña”.

Nos juntábamos los amigos del barrio con todos los camiones que teníamos y utilizábamos los bordillos de la acera como carreteras. Los camiones podían ser de cualquier tipo, y completabas tu colección con camiones genéricos de plástico (generalmente trailers) que comprábamos en la misma tienda donde comprábamos las golosinas, por cuatro duros.

Pero la época más creativa que tuve jugando fue con el Tente. Tuve todo tipo de Tente, Tente Mar, Tente Ruta, Tente genérico, creo que incluso Tente espacio (podría haber hecho un chiste con el Tente en pie, pero eso mejor se lo dejo al Club de la Comedia). Calculo yo que llegué a tener unas seis mil piezas de Tente. En unas Navidades, mientras yo intentaba montar mi remolcador de Tente Mar con su correspondiente puerto, mi madre, me dijo que ayudase a mi hermana a construir su granja de “La Familia Feliz”. Recuerdo eso, no sé si hubo coacción de por medio, eran unas fechas señaladas.

“La Familia Feliz” la componían tres miembros, con perdón, padre, madre e hija, de raza aria, que hubiesen hecho las delicias de Adolfo. Lo más llamativo de la granja era una vaca que, convenientemente llenada, echaba leche por las ubres. Eso sí, las ubres eran de goma tan gruesa como un neumático. La idea era buena, pero claro, tanto apretar, tanto apretar, se terminó rajando y pobre vaca tuvo una mastitis.

Tuve varios cruces de juguetes con mi hermana. Uno de mis Geyperman, el tipo de la barba, fornido, pero con la cabeza de goma y hueca, acabó liándose con una de sus Barbies, mientras el afrancesado de Ken limpiaba la casa…

Y aunque mi hermana siempre me recuerda que desmonté una de sus muñecas para hacer un robot, la realidad fue bien distinta: desmonté una batidora que tenía de dos varillas para hacer una nave espacial. Eso sí, genérica, porque por aquel entonces todavía no se llevaban las erráticas explosiones espaciales de George Lucas.

Mi madrina siempre fue una fuente inagotable de juguetes. Todos los años me hacía un par de regalos, por Navidad y por mi cumpleaños. Mi padrino, que atendía llamadas urbanas y no interprovinciales como mi madrina, tuvo también sus momentos.

Mi padrino (que además es mi tío materno) me regaló en unas Navidades el famoso camión cuatro ejes de Rico. Era una chulada, medía casi un metro (calculo yo) y el mando con las pilas puestas pesaba casi tanto o más que el propio camión. Con ese mando se hubiese podido dirigir, a día de hoy, cualquier grúa de noventa toneladas. La diversión duraba lo mismo que las cuatro pilas enormes que tenía. Luego, empezaba a sonar como aquel robot del despilfarro energético…

La diferencia entre un hombre y un niño reside en el precio de sus juguetes. Mi padrino tuvo una maqueta de tren a escala, que le construyó un amigo suyo. La maqueta medía un metro y medio de largo por medio metro de ancho. Uno de sus trenes era el famoso Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol (también conocido como Talgo).

Existe la convicción generalizada de que los trenecitos eléctricos son como los pechos de las mujeres: están pensado para los niños, pero se divierten más los mayores. Cuando mi padrino se hartó de tanto meter y sacar los trenes por los túneles, me cedió cortésmente la maqueta. Yo la acepté encantado, y para nada pensé que era de segunda mano o usada. Para mí fue una auténtica pasada.

Posteriormente me encontré en la disyuntiva de o bien limpiar el polvo de la maqueta o bien desprenderme de ella. Como yo ya empezaba a tener una edad de decir palabrotas, mandé aquella maqueta del demonio al carajo de la vela.

Y para terminar, tuve un Scalextric. El trazado inicial era el famoso Cero Patatero. Tuve varias actualizaciones del circuito original, que recuperé y amplié. Algún vecino me dio su circuito que no utilizaba y que yo aprovechaba para ampliar el mío. Cuando conseguía ahorrar algo de dinero, compraba algún tramo especial, un cruce, una curva Super Racing, etc… Llegué a tener varios metros de circuito, que podía ocupar prácticamente todo el salón. En cuanto a los coches, mi escudería contaba con varios de Fórmula 1, incluido el famoso Tyrrel de seis ruedas, de color tan verde como el “Monstruo de Montaña”.

El Scalextric en realidad era un juego Cliente/Servidor. Podías competir con tus amigos (mi circuito era de dos pistas, aunque tenía un amigo que montaba uno de seis pistas), y después de muchas intentonas, conseguías que el coche no se saliese de la pista o que no tropezase con ninguna conexión entre dos tramos. En ambos casos, o bien, tú que pilotabas (cliente) o bien tu amigo que estaba cerca (servidor) se encargaba de solucionar el problema.

También podías establecer turnos tipo los primeros cinco minutos yo conduzco mientras tú colocas los coches y los siguientes cinco minutos… Vaya, me tengo que ir a cenar, nos vemos otro día.

Actualmente sigo manteniendo ese espíritu de niño que de vez en cuando juega con excavadoras, construye torres inclinadas de pizzas o le gusta hacer el indio. Quiero dedicar esta entrada a mi compadre, a los juegos Reunidos Geyper, y a todas aquellas personas que me permitieron jugar como un niño para que hoy pueda vivir como un hombre.

domingo, 9 de octubre de 2011

Seis Grados de Separación Indignados

El otro día vi un programa en la televisión donde se comentaba la influencia que podemos llegar a tener sobre nuestros conocidos, sobre nuestra red social.

Siempre me ha llamado la atención que a través del conocido de un conocido de un conocido, pudieses llegar a encontrar a un fontanero, un trabajo o una novia. La red de conocidos o red social, utilizada convenientemente, puede ser de gran utilidad.

Me gustaría saber, por ejemplo, si yo preguntase a mis amigos, y éstos a sus amigos, y así sucesivamente, hasta seis veces (o grados de separación), cuántas personas están resignadas, indignadas o dispuestas a reaccionar, cuál sería su número? Un 5%? Un 20%? o un 40% tal vez?

Porque, y he aquí la cuestión, si yo preguntase a esta red social, por ejemplo ¿te gustaría acabar con la corrupción en España? Cuanta gente me diría que sí? Cuánta gente estaría dispuesta a reaccionar? Cuánta gente me ofrecería incluso una solución? Cuánta gente apoyaría mi acción?

El 3 de Mayo de 2010, un país, Estonia, limpió sus bosques de basura en un solo día. El 20 de Noviembre de 2011, un país, el nuestro, España, puede empezar a limpiar sus instituciones de corruptos.

Si, bueno, pero ¿cómo hacerlo?

1.- Crear el Equipo

Necesitamos crear un equipo de personas lo suficientemente involucradas para que el mensaje no se pierda en el ciberespacio, como lágrimas en la lluvia. No solo hace falta divulgar la idea, hace falta convencer al mayor número de personas que es posible hacerlo y que ellos mismos sean capaces de transmitir ese entusiasmo. La idea es viable y se puede hacer.

2.- Socios

Hay que involucrar a la mayor cantidad de asociaciones, periódicos, sindicatos, partidos, cualquier grupo de la sociedad, que sea capaz de transmitir el mismo mensaje y con la misma importancia que conlleva. La acción dentro de un grupo homogéneo es mucho más fácil de difundir.

3.- Localizar la Basura

Creo que este punto sobra, todo el mundo sabe perfectamente donde reside el mapa de la corrupción en España y qué partidos tienen corruptos en sus listas.

4.- Comunicación

Como nuestros compañeros brasileños con sus escobas, nosotros saldremos a la calle el día 23 de Octubre de 2011 con las nuestras (podemos salir desde ir a comprar el pan, a pasear o a correr). Así les haremos ver, a los corruptos, que les queda menos de un mes de fiesta.

5.- Hoy puede ser un gran día.

El domingo 20 de Noviembre de 2011 iremos a votar, e iremos a votar a cualquier partido minoritario de ámbito nacional y que no tenga corruptos en sus filas.

Sencillo, verdad? Pues no, porque resulta que hay personas resignadas, no indignadas, ni dispuestas a reaccionar, que prefieren quedarse en casa, abstenerse, votar a su partido de toda la vida, su voto útil o votar al contrario para hacer daño.

Yo me pregunto:

¿Qué tiene que pasar para que, de una vez por todas, nos pongamos la mayoría de españoles de acuerdo y acabemos con esta partitocracia que permite tanta corrupción? ¿Cuántos parados más tiene que haber para que reaccionemos? ¿Cuánto dinero publico nos van a tener que quitar para salvar a los bancos en vez de a las personas? ¿Cuántos servicios sociales privatizarán antes de que reaccionemos? Si te lo dijese tu actor, cantante o futbolista favorito, le harías más caso que a mí?

Estás seguro que tu abstención o votar a tu partido mayoritario es más importante que la felicidad de todos nosotros? Estás seguro que tu resignación no afectará negativamente a alguno de esos conocidos que tienes en los seis grados de separación?

Los estonios nos lo han dicho:

“Espero que nuestra historia os sirva como inspiración.
Estoy seguro de que podéis hacer lo mismo en vuestro país.
No cuesta mucho y sólo hace falta un día!”

Nos vemos en las urnas!

Referencias:
El poder de las redes sociales

Seis grados de separación

The Oracle of Bacon

Cómo limpiar el país entero en un día? - Let's Do It! Estonia (2008)

Mapa de Corrupción por Partidos Políticos

Partidos políticos de España de ámbito estatal

Los Sirex - La escoba

En Brasil, los jóvenes usan la escoba para barrer la corrupción



jueves, 3 de febrero de 2011

El Arte Vilipendiado

En el principio creó Dios el cielo y la tierra, y después creó al hombre a su imagen y semejanza, y como el hombre se aburría, y Dios no estaba dispuesto a perder el tiempo con su juguete, le sacó una mujer de un costado para que le entretuviera. Y hecho ésto, Dios se fue a dormir, y mientras dormía, soñó que le faltaba alegría, y en el sueño, creo Andalucía. Oich, creo que me he desviado un poco del asunto…

Sigo. Adán tenía una mujer, Eva, que pese a vivir los dos a cuerpo de rey en el paraíso, le forzó a tener un contrato laboral a cambio del sudor de su frente. Y sus hijos, Caín y Abel, que eran un sociópata y un pusilánime respectivamente, no ayudaban mucho a la estabilidad de la familia. Así que, en cierto momento de los hechos, Adán optó por dedicarse a otras cuestiones menos terrenales: escribió la exclusiva de su vida, y se la vendió a un grupo musical (Génesis).

Antes de que esta curiosa historia pasase de padres a hijos durante mil años, (y mucho antes de que Johannes Gutenberg imprimiese La Biblia en 1449 y sin pagarle ni un marco por la reproducción total o parcial del texto a Dios) los hombres primitivos hicieron sus pinitos con el arte rupestre. Damos por sentado que todo lo pintado en las cuevas de Altamira es verdad, pero yo, sinceramente, no lo tengo tan claro. Y si los trogloditas eran unos mentirosos? Y si en vez de perseguir a ciervos y a bisontes en realidad estaban éstos muertos o dormidos? Conocían nuestro antepasados las tres dimensiones o pintaban dibujos animados?

La edad de los Metales no aportó gran cosa al arte, fue como los años 90 en la música moderna. Posteriormente apareció la escritura, en Mesopotamia, más que nada como efecto secundario de los trueques comerciales que necesitaban apuntarse de alguna manera. También fueron los inventores del ladrillo, y de los famosos jardines, así como de la música (bueno, ruido menos molesto) y de algunos instrumentos musicales (que nadie piense en un sintetizador).

En Egipto las cosas fueron a mejor, pero sólo en algunos aspectos. Las pirámides como arquitectura son un legado espectacular, la literatura avanza con el invento del libro, pero seguían empeñados en dibujar en dos dimensiones. Dentro de su vecindario, también es destacable el Arte Íbero o peninsular, como por ejemplo la famosa escultura conocida como La Dama de Elche, que todo el mundo confunde con la Princesa Leia de La Guerra de las Galaxias (otro que tal baila, George Lucas, que tampoco pagó derechos de autor).

En el Arte Clásico destaca Grecia, que fue intertextualizada, plagiada, copiada o absorbida por Roma, y que ambas sentaron las bases de casi todas las artes, imitando principalmente las formas de la naturaleza. Aunque algunos historiadores basan la caída del Imperio Romano en un fallo informático (los números romanos no tenían el cero, así que ningún programa podía terminar bien) conviene recordar que los Romanos fueron víctimas de un monopolio: Coca-Cola? Microsoft? No, la religión cristiana.

La religión cristiana supuso una fuente inagotable de arte. Eso si, casi todo basado en el regocijo sangriento y cruel del martirio o de algunos milagros exagerados por el abuso de sustancias opiáceas. Así como grandes inventos del siglo XX salieron de un garaje (Apple, De Lorian), grandes inventos de la Edad Media salieron de un monasterio (la escala musical, la cerveza o el plan general contable).

He repasado varios siglos (Arte Románico y Gótico incluidos), y como se puede observar todavía nadie ha cobrado una moneda por derechos de autor. Lo que si es cierto es que el arte ha perdurado y seguimos disfrutando de él como el primer día.

Qué fue más importante para el Mundo Occidental ¿La Toma de Constantinopla por los Turcos (1453)? o ¿El Descubrimiento de América (1492)? Como algún avispado lector habrá podido observar (por él mismo, preguntándole a alguno de sus mayores o buscándolo en Internet) la Edad Moderna empieza en este párrafo.

Cabe destacar como artista multidisciplinar a Leonardo Da Vinci (no, queridos niños, no me estoy refiriendo a una tortuga ninja, sino a un pintor, científico, ingeniero, inventor, anatomista, escultor, arquitecto, urbanista, botánico, músico, poeta, filósofo, escritor y zurdo como yo) que fue un auténtico maestro en muchas de las disciplinas (no amorosas) que conocemos hoy en día.

Miguel Ángel (que tampoco es una tortuga ninja, sino otro pintor, escultor y arquitecto) que no se caracteriza por plasmar a las mujeres de una forma sensual (parecen más bien leñadores con pechos) fue el artista mejor pagado de su época. Ninguno de sus descendientes, mujeres, amantes o amados cobró nunca una moneda por derechos de autor. Es más, pese a esa injusticia social que predican los "Mercaderes del Tempo" (el arte se acabará) también nos han llegado sus creaciones sin ninguna dificultad.

Gracias a los Médici que junto con la Santa Madre Iglesia (valga la redundancia) patrocinaron a muchos de estos artistas (trabajadores, eh? Que no eran de hacer una escultura en diez años y luego vivir del cuento) su obra ha perdurado a lo largo de la Historia, sin intermediarios ninguno. Claro, que los Médici no tenían presencia en 50 países, ni 20.000 empleados, ni cada vez que alguno de sus artistas producía una obra tenían que vivir 40 personas de ella.

Wolfgang Amadeus Mozart (compositor pop) y posteriormente Ludwig van Beethoven (compositor de rock sinfónico) fueron dos claros ejemplos de prolífica creación musical. Sólo con la música creada por este par de genios, generaciones y generaciones de seres humanos podrían alimentar su alma. Y que yo sepa, y pese a sus tristes finales, ninguno de los dos, ni sus descendientes, ha cobrado un marco por crear politonos con su música o porque un CD almacene 74 minutos de audio, que es lo que por otra parte dura la Novena Sinfonía.

Luego tenemos la arquitectura, que como arte, tiene claros ejemplos bien diferenciados, que incluso gustan, y otros que se han dedicado directamente a copiar y a pegar. Le pago un pastón a un arquitecto para que me diseñe un museo super innovador y años más tarde utiliza el mismo diseño para construir unas bodegas. Con un par, si señor. Nadie paga por copiar una de esas obras. Eso sí, pobre del arquitecto al que se le derrumbe un edificio. Me pregunto yo qué fue de los arquitectos que diseñaron el Puente de Tacoma.

El arte fotográfico tiene también esos altibajos. La famosa foto del Che, reproducida hasta la saciedad, no reportó beneficios a su autor, Alberto Díaz (Korda) que renunció a ellos por motivos ideológicos. Sin embargo, Andreas Gursky cobró más de tres millones de dólares por una instantánea que parece una migraña, dicho sin ningún miramiento ni acritud. O también existe algún desubicado, como Yves Klein, que intentó crear y patentar un color. Ejem, no es por desanimar, o dañar moralmente a nadie, pero... El color azul, Klein, no está ya en la naturaleza? Alguien ha oído la expresión de ponerle puertas al campo?

La literatura, la poesía como puente hacia la música, y también esta última, viven hoy en día sus horas más bajas. No es que falten escritores, es que sobran editoriales y productoras. Algunos autores recurren a periódicos para reproducir total o parcialmente alguno de sus libros. El periódico (que necesita una reconversión o que si no, también morirá) sirve como trampolín para que posteriormente sea editada la obra. Si acaba en la hoguera, tampoco es ningún trauma.

Eso, o bien el autor, vende su alma al diablo, y después de una campaña de marketing brutal (premio editorial incluido) cede la explotación de su obra a la editorial, que le exprime a cambio de que, entre otras cosas, defienda su modelo de negocio. Decía mi abuelo que hasta la mierda, con azúcar, está buena. Pues eso, generalmente cuanto mayor es el excremento que te quieren vender, más intensa es su campaña publicitaria.

El otro día estaba viendo un coloquio previo a la proyección de una película en la que comentaban que la novela americana de los años cuarenta es excepcional, y uno de los contertulios argumentaba que era gracias a la criba exhaustiva que los críticos y editores hicieron.

Eso no pasa actualmente, que se publica cualquier cosa, y que, sinceramente, pienso que la gente compra libros no para leerlos o entenderlos, sino para quemarlos o para usarlos como calzador de una mesa. El asunto de los libros de texto me enerva tanto que prefiero pasar de puntillas para no tener que enlazar varias palabras malsonantes seguidas. Sólo decir que, es un expolio que tengas que renovar los libros cada año sólo porque haya un pacto entre gobiernos y editores para garantizar el negocio.

El punto de inflexión que demuestra lo muerto que está el modelo comercial de las editoriales es, sin ningún lugar a dudas, el libro electrónico. Es un auténtico robo que se venda un documento electrónico (por mucho que haya costado su elaboración) un 30% más barato que un libro físico. Entiendo yo que el proceso de producción del segundo formato es más costoso que el primero.

Volviendo al ejemplo de los libros, hace años uno hacía fotocopias, para uso privado, y no tenía que pagar ningún canon. Lo mismo ocurría con las cintas de casette y con los discos. Copiabas la música que te gustaba (Queen), se la dejabas a los amigos (Pink Floyd), e incluso, después de escucharla (Supertramp), si era muy buena (Dire Straits), comprabas el original (Pecos).

La aparición del CD hizo que, muchos de los discos que yo tenía pasaran a mejor vida y fuesen sustituidos por su correspondiente primo digital. Pero entonces se creó el formato MP3 y también se pudieron grabar CDs. Al mismo tiempo que la música se hacía cada vez más accesible para todo el mundo, se hacía también más reproducible. Aprovechando el tirón, las discográficas elevaron sin ningún miramiento el precio de cada formato.

Recuerdo que, en un intervalo de diez años, pasamos de pagar por un Compact Disk 20 euros a pagar 15, incluyendo DVD, póster firmado, y demás. Ese tipo de actitudes son las que matan el mercado, y que producen el efecto irreversible de "quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón".

Hablemos del dominio público. Contenidos que, pese a haber pasado el correspondiente tiempo de cobro de derechos de autor, siguen siendo explotados. La famosa canción de "Cumpleaños Feliz" (cuyos derechos de autor datan de 1935) caducará en 2030, casi un siglo después, gracias a que la compañía discográfica de turno los ha prolongado para poder hacer caja. Sin embargo, la canción "Por una cabeza" (famosa también por la película "Esencia de Mujer", o por "Mentiras Arriesgadas", entre otras) sólo tuvo derechos de autor durante 70 años. El motivo fue que Carlos Gardel murió en 1935 y según la ley argentina los derechos de autor duran 70 años, así que en el año 2006 finalizaron.

Aunque claro, si hablamos de cuestiones surrealistas tenemos que hablar del grito de Tarzán (que como todo le mundo sabe, gritaba para llamar a los animales, no porque Jane le hubiese subido demasiado rápido la cremallera del taparrabos) y de los años que llevan intentando escribirlo en partitura. Para qué? Pues para poder registrarlo y cobrar sus correspondientes derechos de autor.

Un antiguo compañero de trabajo, fan del espacio musical de TVE "Qué noche la de aquel año" (que presentaba el músico eternamente jubilado Miguel Ríos), se puso en contacto con la televisión para poder tener una copia del programa, a lo que le contestaron que tenía que pagar 200.000 pesetas de 1988 por cada uno. Me imagino que años después, con las descargas por Internet, se desquitó por completo.

Y estamos hablando del famoso formato de video... Beta, que, cuando en la guerra comercial ganó el VHS, la industria correspondiente hizo que más de uno se comiera con patatas su aparato reproductor, con perdón... de video. Con el video ocurrió que las copias más o menos ilegales (y no hablo de las hechas en el cine con el ruido de palomitas, toses, o algún cabrón que te contaba el final de la película) se fueron penalizando técnicamente. Incluían una señal que cuando la copiabas de vídeo a vídeo, oscurecía la película, lo que hizo que se tuviese que descartar la piratería.

Pero esos problemas técnicos pasaron a mejor vida gracias a la incorporación del DVD, que volvió a suponer un hito en formatos y en prestaciones. Creo, sinceramente, que tampoco las productoras han sabido explotar convenientemente dicho formato. Cuando me compré el primer reproductor, con perdón... de DVD, incluía un montón de funciones típicas que enseñas a tus amigos para "fardar" y para justificar el pastón que te ha costado, y lo vigente que estará durante los próximos... Cinco años. Fuera de esas demostraciones, rara vez las utilizas. Existe una función en DVD que es el cambio del ángulo de la cámara. Todavía estoy por ver alguna película que haya comprado que lo tenga. Eso si, un amigo mío me ha dicho que en las películas pornográficas lo suelen incluir.

Y entonces el hombre, tuvo la necesidad de escuchar la versión original de My Way, que cantaba Paul Anka, pero cuyo autor original era el francés Claude François. Y como no encontró la canción por ningún sitio y Dios estaba ocupado con la teoría del caos, nació audiogalaxy, o incluso anteriormente, los programas de intercambio de ficheros. Y la música fue compartida como nunca, y copiada como siempre. Bueno, como siempre no, con mejores medios técnicos.

Las monstruosas y gigantescas todopoderosas compañías musicales, que se habían fusionado una y mil veces para ser cada vez más grandes, no supieron adaptarse, y en vez de cambiar el modelo de negocio ¿lloró alguien por la muerte de los herreros cuando fueron sustituidos por los talleres mecánicos? Intentaron, por todos los medios, mantenerlo.

Y han mantenido el mercado penalizando al usuario final que, por defecto, es poco menos que un delincuente. Da igual que yo copie mis propios ficheros, o que sea un músico que grabe mi propia música o que sea un psicólogo que grabe mis sesiones en CDs. El canon lo tengo que pagar si o si, y por si se me olvida, también lo pago de forma indirecta cuando veo la televisión de pago, o escucho música mientras pago un café en un bar.

Gracias a Francisco Franco, tenemos el mejor cine doblado del mundo. Y gracias a la censura, éste se convirtió en un auténtico negocio. A mi personalmente me daba cierto morbo el cine Disney doblado en Sudamérica. Me parecía entrañable su sonido con su música y sus diálogos con sus diminutivos. Y seguimos inventando la pólvora. Ahora, para dar más empuje a la correspondiente visita a la sala de cine (con su inevitable paso por caja, con palomitas, refresco y demás, que casi te tienes que sacar un crédito para poder pagar la cuenta) la industria reinventa el cine en 3D.

Para películas puntuales (no examino la posibilidad del cine de autor tipo... Rush Meyer) está bien, para el fútbol incluso, pero vamos, ver para una película española subvencionada con sus actores planos como el encefalograma de una estrella de mar, me chirría bastante. Porque no olvidemos que, esa lucha por sus derechos que son realmente privilegios viene de la mano del otro lado del charco, donde mandan las productoras cinematográficas y musicales.

El cine, en las salas, no tendría que estar doblado, subtitulado como mucho. Si quieres ver una película doblada, compra el DVD. El cine español tampoco tendría que estar subvencionado. Es una industria y hay que tratarla como tal. Qué industria, que nosotros conozcamos, goza de subvenciones que distorsionan el libre mercado? Uy, perdón, no me he dado cuenta de que estamos hablando de España.

Estoy harto de los bodrios que nos estrenan aquí diciendo que en Estados Unidos ha tenido un éxito sin precedentes. Pero vamos a ver, a mí que me importa? Qué me importa a mi, si cuando por ejemplo veo la previsión del tiempo en la televisión y me dicen que va a llover en Kiev, cambio de canal. Por favor, que alguien le diga a Eddie Murphy que no es Peter Sellers, que no se clone en cada película. Es más, que se dedique al Club de la Comedia, que es de donde viene y donde tiene que estar.

No reniego del cine de autor, pero que una productora se gaste cinco millones de euros en hacer una película que como guión tiene una sucesión de chistes para contar cuando estoy borracho, y que los actores sean tan creíbles como los políticos en el gobierno, y que las actrices enseñen cacha aunque no se lo pida nadie, es para llorar. Y lloro, sinceramente, no sólo la muerte de Luis García Berlanga, sino también la de sus discípulos, que nunca existirán.

Los músicos tendrían que ganar dinero con sus conciertos. Pero claro, poner en esa tesitura a toda esta legión de cantantes de karaoke que nos invade, sería una crueldad. Ganarían más con las hortalizas que les tirasen que por las canciones destrozadas. Los autores ganarían directamente por los cantantes que interpretasen sus canciones, pero sin intermediarios, ni ejecutivos agresivos anteriormente conocidos como "cantantes de una sola canción".

El arte, pasado un tiempo, tendría que ser de dominio público. No estoy de acuerdo que sea totalmente gratuito, ni tampoco que te forres a costa de robar a los demás, pero sí puedes dedicarte a ello y que sea una profesión digna y admirada, como fue en un momento dado. Se podría montar una industria con descargas legales de canciones, películas o libros, en diferentes formatos que incluso tú pudieses elegir, y que, si no te gusta una película, un cantante o un escultor, por ejemplo, no lo tengas que pagar de tu bolsillo a través de los presupuestos generales del estado.

Para concluir, pienso que el arte como tal nunca morirá, pues el ser humano necesita alimentar su espíritu, que para esto está. Cuidemos a los artistas, pero no a través de tanto molesto y parasitario intermediario. Que se dediquen a otra cosa, pero que no nos engañen incluyéndose en el apartado creativo y sobre todo, que no nos mientan y nos roben llamándonos de todo. Cuando creativo musical está tan cerca en el diccionario de cretino mental será por algo.

Nota: Me han recomendado que cite a mis fuentes, aquí las nombro... Helvetica, Arial, Verdana, Trebuchet MS y Sans-serif.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Cuando era más joven

Cuando era más joven, no había miembras. Margaret Thatcher era la mujer más sexy del parlamento británico porque cuando ella entraba se levantaban todos los miembros.

Cuando era más joven, no había canon digital, copiabas los discos de vinilo en cintas de casette y con ello no matabas a ninguna industria ni a la creación musical.

Cuando era más joven el ex presidente del gobierno descansaba debajo de una losa de mármol y el presidente era una persona respetable y un hombre de estado. No como ahora, que el ex presidente se niega a ser un jarrón chino y el presidente es un ser somático.

Cuando era más joven iba al cine de mi barrio con mis amigos y nos sentábamos en las últimas filas, no para aprovechar la fila de los mancos, sino para salir los primeros y que no nos atracasen los gitanos.

Cuando era más joven teníamos que salir corriendo cuando venía “la banda del Lalo”, que eran unos jóvenes delincuentes, que nadie pensaba en reinsertar, y si que acabarían muertos de una sobredosis o en la cárcel.

Cuando era más joven al profesor le tratábamos de usted, y los padres no intervenían en los asuntos del colegio. En el colegio te enseñaban y en tu casa te educaban. Aprendías las cosas porque sí y no había que enfocarlo desde un punto de vista pedagógico.

Cuando era más joven a nadie se le llamaba homosexual. Eras marica, maricón era un insulto y gay era alguien alegre en territorios angloparlantes. Una lesbiana era una mujer a la que no podías llamar bollera porque te soltaba un buen par de hostias.

Cuando era más joven merendaba bocadillos de salami con chocolate y no tenía colesterol porque jugaba con mis amigos del barrio (con los que quedaba después del colegio, en la calle, sin tener que enviarles un correo electrónico) y quemaba todas las calorías que consumía.

Cuando era más joven me compraban juguetes en Reyes y por mi cumpleaños. Navidad era para adorar al niño y Santa Claus era un gordo pederasta vestido de rojo. Me compraron una bicicleta de cross gracias a que saqué un par de notables… Y seis sobresalientes.

Cuando era más joven no existían los metro sexuales, y de haber existido, posiblemente hubiesen sido unos maricas que montaban en el metro. Se depilaban sólo los ciclistas, y lo hacían para poder darse masajes (con final triste).

Cuando era más joven no existían los teléfonos móviles, y podía darse la casualidad que una película o una obra de teatro tuviese que ser interrumpida para que el doctor que se encontraba en la sala se fuese a atender una urgencia.

Cuando era más joven mi jefe sabía mucho más que yo y estaba en ese puesto porque había ascendido gracias a sus méritos, no como ahora, que mires donde mires, o hay un cuñado de alguien, o un gilipollas, o ambas inclusive.

Cuando era más joven estudiaba Geografía e Historia, a regañadientes, y sin imaginar nunca que diez años después se desmembrarían varios países o que un grupo de iletrados gobernantes reescribirían el pasado según su propia conveniencia.

Cuando era más joven no existían prácticamente franquicias, y cuando ibas a un restaurante, el camarero te atendía lo mejor y más rápidamente posible que podía el hombre y la comida estaba rica y no recalentada en el microondas.

Cuando era más joven hice la mili porque así lo decía la Constitución, y en ningún momento vi peligrar mi libertad y ni fue para mi una humillación o un trauma que no pudiese superar. Es más, me ha permitido abstraerme y muchas veces, atender a órdenes de mis jefes que tienen mucho de divino y poco de humano.

Cuando era más joven la gente fumaba y no se le miraba como si fuese un asesino. El tabaco mataba, pero menos que ahora, y también las empresas tabacaleras eran del Estado, con lo que, era muy difícil que hubiese leyes en contra de nuestros propios intereses.

Cuando era más joven bebía como un cosaco, de pie, y vomitaba arrodillado, humillado. Y nadie en su sano juicio hacía mención de mi futuro, de mis neuronas o de lo perjudicial que era para la salud y para la sociedad. Eras un borracho y punto, y no guardaba relación con los malos tratos ni con los accidentes de tráfico.

Cuando era más joven creía en Dios y las diosas sólo existían en la mitología. Hoy en día, de existir Dios, sería Joaquín Sabina y en cuanto a las diosas, vivo con una, que es mi novia.

jueves, 5 de agosto de 2010

La ocho cosas más gamberras que he hecho y de las que no me arrepiento

1.- Mi primera bicicleta fue una BH plegable de paseo. Aunque era de hierro, tenía como novedad que se podía doblar por el medio gracias a un tornillo que se aflojaba a conveniencia. Pese a los cien kilos que parecía que pesaba mi bici, en cierta forma, era portátil. Incluía un asiento para acompañantes y una especie de gancho que sujetaba la bomba de aire.

Una vez que aprendes a mantener el equilibrio con dos ruedas (de cómo lo conseguí y de cómo mi madre me daba antiséptico en las heridas con una fregona, es otra historia), el siguiente paso es aprender a hacer caballitos. Y para hacer caballitos, la bomba de aire, cayéndose cada dos por tres, evidentemente sobra.

Yo era feliz con mi bici, ya que mis inquietudes sexuales no se habían manifestado todavía (tenía menos de once años), pero si había alguna que otra vecina quinceañera que, teniendo todo el hardware (digamos que ya era mujer), le fallaba en cierta forma el “sistema operativo” (he intentado no ser cruel con mi descripción).

A los hechos me remito, y los hechos fueron que estando yo montado tranquilamente en mi bici, charlando con mis amigos, llegó la susodicha y se montó detrás, con el consabido problema que podía acarrear a mi bien propio (coño, que la bici era portátil y no estaba pensada para el transporte animal).
- Dame una vuelta –Me dijo.

Como en la escena de La Marsellesa de Casablanca cuando Rick asiente con la cabeza, uno de mis amigos, también asintió, dándome vía libre para hacer un caballito.

El caballito fue de 10 olímpico, precioso en su ejecución y tremendo en su resolución. Mi vecina (porque si digo vecinita suena sucio) aterrizó con su trasero en el suelo. Las risas de los presentes fueron cuadrafónicas, pero al levantarse humillada se dio cuenta que, gracias al gancho que sujetaba la bomba del aire, sus vaqueros recién estrenados tenían un jirón con forma de siete.

No había pasado ni un día cuando su madre visitó a la mía para ponerla en antecedentes. Es curioso como, en aquellos años maravillosos, con la muletilla “son cosas de críos” se arreglaban todos los problemas.

2.- Cuando estaba estudiando la Educación General Básica, los profesores tenían la manía de hacer equipo mandando trabajos colectivos a tres o a cuatro de nosotros. Esos trabajos, mitad arte, mitad pérdida de tiempo, solían consistir en la elaboración de un mural (una cartulina blanca de medio metro cuadrado) que trataba de los temas más diversos y dispersos.

Hice murales sobre comics y el gran Ibañez, sobre la fotosíntesis, las invasiones bárbaras y un largo etcétera. Ese largo etcétera era elegido por el profesor de turno, por lo que el lector habrá adivinado que nunca hicimos ningún mural sobre fútbol.

El trabajo del mural se repartía como la vida misma. Uno ponía la idea, otro escribía, otro se escaqueaba, otro se lo curraba. Al final el mérito era de todos, como sucedería años después en el ámbito laboral.

No se si fueron trescientos o cuatrocientos murales los que habíamos hecho ya, que, pese a dejar tiritando y talado el Amazonas con tanta vena creativa, nos sobró una de esas cartulinas.

En ese preciso momento, estábamos en clase esperando la llegada del profesor. Y fue cuando alguien dijo:
- Nos ha sobrado una cartulina.
Nadie, en su sano juicio, esperaba una respuesta tipo:
- Hagamos un mural sobre la energía nuclear.

La respuesta más acertada, y más valorada, fue la mía. Teníamos varios diseños de papiroflexia. Y cuando digo papiroflexia digo aviones de papel, que es lo mismo. Los tíos, hacíamos aviones de papel. Los unicornios, y las flores hechas con servilletas de bar, tipo nenaza, vendrían después, de la mano del amor.

Solíamos hacer varios tipos de aviones de papel. Estaba el típico alargado, avión supersónico, ideal para provocar lesiones oculares. Luego estaba el que tenía alerones, y una cabina con varios dobleces, que se calentaba con el aire de la boca para que, supuestamente, volase más. Y luego teníamos un diseño, bastante novedoso, de un avión que era el que mejor volaba, pero que, tenía una aleta vertical muy pronunciada en forma de quilla de barco.

Hicimos un avión de la tercera generación con la cartulina. Era espectacular, pero queríamos que fuese la hostia. Por aquel entonces en el que estábamos mediatizados por el cine, la hostia era la película de Aeropuerto.

Así que, prendimos fuego el avión de medio metro y lo tiramos por la ventana del colegio. Voló mucho más que el engendro de los hermanos Wright, y aterrizó en una terraza próxima.

Que en la terraza hubiese ropa tendida, y que también se prendiese fuego es algo que forma parte del dramático aterrizaje que suele tener un avión cuando se incendia.

3.- Mi vocación por la electrónica comenzó mucho antes de empezar a estudiarla en Formación Profesional. Vamos, que cuando inicié mis estudios ya había hecho yo algunas cosillas. Un variador de luz, un interfono, una sirena... En cierta forma, podría decirse que yo era un alumno aventajado.

Teníamos no se si doce o catorce asignaturas, entre ellas, Religión. Y las clases de Religión solían ser bastante aburridas, porque el cura que las impartía era una persona anciana y monótona, ambas inclusive.

Si a eso le añadimos que solían ser a última hora, y que estábamos más bien cansados, la única forma que teníamos de hacer más llevaderos aquellos cuarenta y cinco minutos era pensando y ejecutando maldades.

En una de esas clases, apareció alguien con una sirena que había construido. Pero para adaptarla al momento coyuntural, teníamos que darle una vuelta de tuerca a aquel diseño primigenio.

Se nos ocurrió montar dos altavoces, uno detrás de la mesa del profesor y otro en la última fila, y con un conmutador, poder seleccionar uno u otro según conveniencia.

Al mismo tiempo que el señor cura empezó su clase, empezamos las emisiones, eso si, con un volumen más bien bajo. Montamos una coreografía casi perfecta.

Aquel buen hombre, se caracterizaba por sus paseos dentro del aula. Así que, si iba hacia su sitio, hacíamos sonar la sirena por la última fila. Si iba hacia la última fila, cambiábamos el sonido hacia su sitio.

Le tuvimos dando vueltas un buen rato, porque, para mas INRI (nunca mejor dicho) las ventanas del aula estaban abiertas y, con la reverberación (que como todo el mundo sabe, es un eco de poca duración o eco de pobres) daba la sensación de que el sonido se producía fuera y no dentro, teniendo además un hospital como teníamos cerca.

En un momento dado, el conmutador se bloqueó y la sirena fue descubierta, con lo que el religioso ya no tuvo ninguna duda de dónde se hallaba el maligno. Creo que no fue muy duro el castigo, porque si no, lo hubiese recordado.

4.- No se qué tipo de celebración estábamos teniendo pero acabábamos de salir de una sala de fiestas, creo que era Pirandello, cerca de la Plaza de España, en Madrid.

Estábamos esperando a que saliese el resto del grupo. La situación es un poco absurda, pero cuando alguien se pone a esperar al resto, parece un búho moviendo la cabeza para un lado y para otro.
- Ese besugo no es... Ese baboso tampoco... Coño, que pedazo de hembra!!!

Entre la multitud, pude ver a una tremendísima mujer de piernas infinitas que se podían adivinar a través de la raja que el espectacular abrigo de visón (que seguramente papi le había comprado) dejaba entrever.

Semejante reducto de intelecto (que coincidía en cuerpo con la vedette del espectáculo) estaba acompañado por su señora madre, manager a su vez, y que, en aquellos años era costumbre. Luego, el oficio, se convirtió en decadente cuando Isabel Pantoja o Luz Casal también lo hicieron.

Pero no obstante, y para no desviarme demasiado del hilo conductor de la historia, digamos que yo, cual búho, y sobre todo porque el abrigo de visón de la criatura celestial no dejaba ver demasiado, me fijé más en su señora madre.

Y dicho esto, y dejando claro que mis deseos eran meramente sexuales y que no tenía el más mínimo interés de pedir a su hija en matrimonio, me puse a decir en voz alta, para que me oyesen las dos:
- He visto a Dios! He visto a Dios!

La señora, me miró, y antes de que pudiese decir nada, la abordé:
- Señora, a sus pies. Ha parido usted a una criatura celestial. La felicito.

La señora me dio las gracias, además de la oportunidad de besar a su hija, que estaba para ponerla un piso. Mejorando el cuerpo presente.

Creo que ninguno de los tres nos habíamos visto antes en situación semejante, pero, ya lo decía mi abuela: Al Santo se le adora por la peana.

5.- Poco antes de ir al servicio militar, solíamos ir en pandilla a las discotecas. Pandilla motorizada, eso sí. Y cuando hablo de motor, me refiero a que dos de nuestro grupo tenían coche. Coche de segunda mano heredado directamente de su padre o de su hermano mayor.

Como yo no era ninguno de esos dos, pues me dejaba llevar. Y como era el más alto y más grande de toda la pandilla, me llevaban delante, de copiloto. Que conste que me lo curraba, eh? Que no era un copiloto cualquiera.

Daba conversación al conductor cuando estaba herido por los efectos del alcohol, ponía música, contaba chistes, un largo etcétera. Todo con tal de que no me dejaran tirado en mitad de una gasolinera de mala muerte. Es lo que tiene no ser un Macho Alfa.

Recuerdo que una vez estábamos parados en un semáforo, y en el carril de al lado se paró un coche que, cotilla soy, miré de refilón. El coche era enorme comparado con el nuestro. Cuando me fijé más detenidamente, me di cuenta que era un “coche nupcial”, con los novios incluidos.

Sonreí al conductor y él, cortésmente me devolvió la sonrisa. Me crecí. Bajé la ventanilla, cogí aire en los pulmones, y grité lo más fuerte que pude, casi desgañitado:
- Vivan los novios!

El padrino, que estaba sentado de copiloto, se hizo eco del gesto. Se bajó del coche, nos dio la mano a cada uno y... Un puro.

6.- Llegado el momento de hablar de las novatadas del Servicio Militar o Mili, todo el mundo recuerda las que hizo, nunca las que le hicieron. Yo, para ser afín a mi público objetivo, voy a seguir con la misma tónica.

No voy a entrar en las típicas acciones que más que gamberradas eran auténticas putadas, tipo quitarte el traje mimetizado, meterte en una taquilla y tirarte por las escaleras o prenderle fuego a tu cama mientras tú te echabas la siesta.

Pero supongamos (todo ello presuntamente) que habían llegado unos novatos (nietos) y que los veteranos (abuelos) de turno les querían hacer una novatada, cosas de críos, comparada con las anteriores.

Nosotros, Infantes de Marina, hacíamos guardias en la puerta de entrada del cuartel, y los Marineros, popeyes, utilizaban el “servicio” a cambio de comida para el cuerpo de guardia. Quid pro quo como diría años más tarde Hannibal Lecter.

Los marineros veteranos nos avisaron que esa misma noche, un par de novatos iba a entrar, y que les interceptásemos para “jugar” un rato con ellos.

Existía en el cuartel un sargento primero que se casó vestido de almirante (cosas de militares), y llevó las fotos al cuartel. Como consecuencia, y después de un consejo de guerra, fue degradado a cabo primero.

Y es por eso por lo que yo no voy a decir que supuestamente nos vistiésemos con uniformes de tenientes, sargentos y demás. Digamos, simplemente, que nos hicimos pasar por mandos.

A los dos novatos, al ver semejante despliegue de medios (uno incluso llevaba supuestamente el uniforme de PN, ¿miembro viril? No, Policía Naval) se les contrajo el tello (el músculo que va de los testículos al cuello).

Creo que lo más vejatorio que hicieron fueron unas flexiones. Yo no podía contener la risa, y dos o tres veces me tuve que salir del cuerpo de guardia.

Acabamos la broma riéndonos todos juntos y tomándonos unas sidras, presuntamente. Los dos novatos, que estaban encantados pese al susto inicial, terminaron preguntando que cuándo era la próxima novatada, para participar ellos también.

7.- En uno de esos momentos en los que, estando trabajando tu jefe te dice eso de “documenta”, que traducido puede significar no hagas nada, empaqueta aire, o tócate las vesículas seminales, me propuse ampliar mis conocimientos.

Mis conocimientos sobre CICS en aquella época eran regulares. El CICS es un monitor de teleproceso o gestor transaccional. Dicho esto, y siendo generoso con mi lector, para la mayoría de los mortales sería algo así como un sistema que se ejecuta en un mainframe o host (los típicos ordenadores gigantes que tienen los bancos o grandes empresas) y que permite realizar transacciones en tiempo real.

Pongamos como ejemplo que cuando tú sacas dinero de un cajero automático, y el ordenador consulta el saldo de tu cuenta previamente, se habrá ejecutado una transacción CICS. O te crees eso, o te crees que existe un duende dentro de ese armario blindado con planchas de cinco milímetros de grosor (también conocido como cajero automático) y que es el que se encarga de darte la pasta, a parte de imitar con la boca el sonido de la impresora.

Pues eso, que estaba yo ampliando mis conocimientos de CICS, manual en mano. Porque, cuando todo falla, conviene leer el manual. Y se puede hacer de dos formas: O bien tipo libro de texto, secuencialmente, (los finales suelen ser pésimos) o bien consultando explícitamente alguna de sus funciones (mucho más ameno).

No se cómo llegué a la transacción de marras, pero el caso es que, habiendo entrado en el CICS del entorno de Desarrollo, teclee:

CEMT PERFORM SHUTDOWN

Casi instantáneamente, apareció el relojito en mi pantalla. Se oyó como un revuelo en los puestos del fondo de la sala, que coincidían con la gente de sistemas. El murmullo permitió oír algún que otro grito:
- Se está apagando el CICS de Desarrollo!

Ya lo dice la Tercera Ley de Newton: Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria. Así que pude apreciar cómo un par de técnicos de sistemas se dirigían hacia nosotros. Fueron directa y discretamente a preguntar a mi jefe, y mi jefe, que era directo, pero nada discreto, gritó:
- Oye, alguno de vosotros ha apagado el CICS ese?
- Si, he sido yo – Contesté.

La respuesta fue tan directa que dejé asombrado a todo el mundo. Tampoco hubo represalias, pero ¿por qué lo hice? Por seguridad. ¿Por seguridad? Si, por seguridad. A partir de entonces, nadie pudo ejecutar esa transacción. Si yo hubiese ido de buen rollo y se lo hubiese comentado a la gente de sistemas, no me hubiesen hecho caso. Total, yo era del Departamento de Desarrollo y personal externo.

8.- Tuve como compañero a una buena persona, sin maldad, un niño grande de treinta y ocho años. Compartíamos cafés, risas y éramos vecinos de puesto de trabajo. Cuando nos dijo que se casaba, después de tener una relación de nueve años con su novia, le dijimos:
- Creo que te precipitas.
- Y tan joven!

Total, que él era muy bueno, pero nosotros éramos muy cabrones. Y aún así, confiaba plenamente en nosotros. Tanto era así, que nos dijo:
- El viernes de la semana que viene, en teoría es mi último día antes de la boda, y para que no se entere nadie, y que sea lo más discreto posible, me voy a ir de vacaciones el jueves. Así no tengo que dar muchas explicaciones.

Esta confesión la hizo una semana antes. El lunes siguiente, por activa o por pasiva, ya lo sabía todo el mundo. Habíamos puesto en el respaldo de su silla “recién casado”, sin que se percatase. En una de esas que alguien nuevo se pierde por la oficina (una chica que no habíamos visto en la vida), se dirigió a él, y le dijo:
- Perdona, sabes donde está la fotocopiadora?
- Si, allí al fondo.
- Gracias, y felicidades (por lo de tu boda).

No salía de su asombro, no daba crédito de cómo se había enterado todo el mundo, si él no le había dicho nada a nadie. Bueno, a nadie de confianza, porque confiar en nosotros...

Durante esos cuatro días previos a su permiso por casamiento, hicimos todo tipo de bromas, eso sí, “in crescendo” (para las víctimas de la educación actual, en aumento), hasta que llegamos al “cenit” (para las víctimas de la educación actual, mazo) de las mismas.

Hicimos acopio de todos los vasos de plástico y latas vacías posibles, así como un sedal o hilo de pesca. El 70% de los usos que se le da a un clip de oficina no es precisamente el de sujetar dos o más papeles. En este caso, el clip nos sirvió de gancho.

Estando esta noble persona sentada en su silla, le enganchamos con el clip la ristra de vasos y latas atadas con el hilo de pesca en uno de los pasacintos (si, lo se, a mí también me suena mal) de su pantalón. Y, desde la otra punta de la sala, un compinche nuestro le llamó por teléfono para que fuera.

El estruendo fue tremendo. Toda la gente le miró, y de la misma forma que se levantó blanco y despacio, se sentó rojo y despacio también.