lunes, 23 de junio de 2008

Amores de Película

Querido lector, el texto que viene a continuación es un Spoiler, aguafiestas o adelanto, desvela de forma explícita el argumento de algunas de las mejores películas de amor de la historia. Si no quiere que eso pase, no siga leyendo.

En cierta ocasión, y tras una vena intelectual de esas que tengo, fui al cine, a ver una “historia de amor”, con unos amigos míos. La película se titulaba “Nelly y el Sr. Arnaud” (1995) y recuerdo que salí tan indignado del cine, que, me puse a decir en voz alta, justo al lado de la gente que estaba esperando para entrar a ver la película:
- Es una pena que muera el Sr. Arnaud.

La película en cuestión, francesa, trata de la relación que hay entre un escritor y una escribiente que contrata para que le ayude. Yo no vi amor en esa relación, y no me refiero a que la pusiera “mirando a Cuenca”, no soy tan poco romántico, pero creo que considerar a esa relación amor…

La mejor película de amor, de toda la historia, es, sin ningún lugar a dudas, “Casablanca” (1942). No se si protagonizada por Ronald Reagan hubiese sido de otra forma, pero para mi en particular, y para el público masculino en general, es una obra maestra. No eres un hombre de verdad si no has llorado con la escena de La Marsellesa de Casablanca.

A parte del consabido “Siempre nos quedará Paris”, se puede decir, y digo, que la conclusión final de la película, que Rick (Humphrey Bogart) le transmite a Victor Laszlo (Paul Henreid), es la siguiente:
- Ilsa (Ingrid Bergman) conmigo fue mi amante, contigo que sea tu ama de casa.

Preguntado por ello, para el género femenino, la mejor película de amor suele ser “Lo que el viento se llevó” (1939) en la que, curiosamente, se narra una historia de amor, de época, bastante machista, que termina con la famosa frase:
- Francamente, querida, me importa un bledo.

Esta máxima, pronunciada por Rhett Butler (Clark Gable) según cuenta la leyenda, le costó 5.000 dólares de multa a la productora. “Bledo” estaba en la lista de palabras prohibidas por aquel entonces.

Una película que suele gustar tanto a hombres como a mujeres es “Memorias de África” (1985):
- Yo tenía una granja en África…
No, bonita, no. Tú tenías una granja a tomar por el culo. Una historia de amor, libertad, y compromiso, en un África sin mosquitos y sin sequías. Amor fuera del matrimonio, y si me apuran, fuera de la civilización.

Para amores fuera del matrimonio, “Los puentes de Madison” (1995) también sirve como un muy buen ejemplo. Una historia de amor, maduro, con bonitos paisajes, urbanos, y con la elección final, casi épica, (la vida es una continua elección) entre amor y matrimonio.

Aunque para amor épico, pero épico de verdad, la mejor película es “Lady Halcón” (1985), donde se conjuga un amor imposible (la noche y el día, la luna y el sol) entre una joven Isabeau d'Anjou (Michelle Pfeiffer) y un espectacular capitán Etienne Navarre (Rutger Hauer). Si, ese de “He visto cosas que vosotros no creeríais...”.

También sigue esa línea épica “La princesa prometida” (1987) contada como un cuento, donde la búsqueda del amor verdadero y medieval se traduce en una comedia romántica con tintes de aventura.

Mezclando la realidad y la ficción, amor con aires de comedia, se sitúa “Don Juan de Marco” (1995). La historia del burlón de Sevilla, viviendo en Brooklyn, y tratado por un psiquiatra al que termina contagiando su romanticismo:
- En la vida sólo hay cuatro cuestiones importantes: que es sagrado, de que está hecho el espíritu, para que vale la pena vivir y para que vale la pena morir; sólo existe una respuesta: el amor.
Frase propicia para memorizar y poder embaucar así a cualquier iletrada.

Justo en el lado contrario, en la historia de amor con aire dramático, está “Leyendas de Pasión” (1994). Una película para lucimiento de un Brat Pitt al que hacen sufrir lo indecible y de mil formas. Sirva como ejemplo su amada, que le había prometido esperarle siempre, y se lo deja bastante claro con la frase:
- Siempre resultó ser demasiado tiempo.

El amor imposible, como drama, lo borda “Drácula” (1992). Un amor verdadero, interrumpido por la guerra, un suicido, la religión como precio y como castigo, y el corazón de un hombre, que un día fue rojo por una princesa, y que, se volvió negro al cruzar su particular infierno. “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte” es quizás unas de las frases más bonitas que ha dado el cine, que se complementa perfectamente con “El hombre más afortunado que pisa esta tierra es aquél que encuentra el amor verdadero”.

Otras veces, se utiliza la historia de amor, como hilo conductor de otra historia, aunque suele estar tan entrelazado, que no se sabe muy bien qué historia conduce a la otra. En esta línea, se encuentra por ejemplo “Juego de Lágrimas” (1992), ambientada en la guerra del Ira, podría decirse que el secuestrador tiene un peculiar “Síndrome de Estocolmo” con el secuestrado, y con la novia de éste: “No es tu tipo”. No importa el sexo cuando el amor es puro y verdadero.

Basada en un hecho real, “Titanic” (1997) sitúa una historia de amor, de cuatro días, y 240 millones de dólares que costó la película, en el hundimiento del barco de marras. El mensaje final ese de “yo me muero, pero tú vive todo lo que puedas” de un Leonardo di Caprio que parece el hijo de Kate Winslet queda, cuando menos, poco creíble.

Si hablamos del amor como rescate, “Desayuno con Diamantes” (1961) es un buen ejemplo. Y cuenta la relación de dos personas, que pese a estar bastante acompañadas, están bastante solas, y que descubren la necesidad de estar juntas. La película es bonita en el más amplio y heterosexual sentido de la palabra.

Siguiendo en la linea de amor como rescate está “Pretty Woman” (1990), que cuenta la historia de una mujer (de moral relajada) con precio que le cambia la vida a un hombre que no lo tiene (compra y vende empresas para al final no quedarse con ninguna).

Aunque, para amores con rescates, el de “Oficial y Caballero” (1982). Yo, si fuese mujer, y trabajase en una fábrica, me gustaría que me rescatase un Infante de Marina con su traje de gala. El punto de partida de esta película está meridianamente claro: “El hombre usa el amor para tener sexo y la mujer usa el sexo para tener amor”.

martes, 15 de abril de 2008

Entrevista

FORMACIÓN
• ¿Qué estudios realizó y por qué los eligió?
Soy técnico en electrónica. No pude ser teleco porque no se tocar la bandurria ni tengo la colección completa de Warhammer, y tampoco pude ser diseñador gráfico porque soy bastante heterosexual.

• ¿Repetiría su elección de estudios si volviera a empezar?
Repetiría usted con su mujer si se volviese a casar? Si supiese todo lo que se ahora, elegiría la mejor opción, quizás esta misma.

• Destaque la formación que posea que más se ajuste al puesto.
Se distinguir entre colaboración y compromiso: En unos huevos fritos con bacon, la gallina colabora y el cerdo se compromete.

• ¿Está dispuesto a completar su formación en lo que precise?
Defina "en lo que precise". Si se refiere a ballet clásico, hípica o encaje de bolillos, mal vamos.

• ¿Qué idiomas conoce y a qué nivel?
Podría lanzar improperios que reconocerían más de trescientos millones de personas. Si hablamos de lenguajes, entre el Cobol y el Visual Basic me defiendo bastante bien.

• ¿Aceptaría condicionar su retribución a los progresos de su formación?
Aceptaría que alguien con guantes de boxeo le diese puntos en una herida? Pues va a ser que no.

PASADO PROFESIONAL
• Hábleme de sus experiencias profesionales.
No me gusta alardear de mis conquistas, pero he cotizado en más de seis empresas durante más de veinte años.

• ¿Qué puesto ha sido el último que ha desempeñado?
Sexador de elefantes.

• ¿Por qué dejo el último empleo?
Por un error informático de doscientos cuarenta millones de euros.

• ¿De todo lo que ha hecho hasta ahora, qué es lo que más le gusta y por qué?
El efecto 2000, porque fue historia, y a usted se lo habrán contado, pero yo, estuve allí.

MOTIVO DE LA SOLICITUD
• ¿Por qué le gustaría obtener precisamente este empleo y no otro?
Yo no he dicho que vaya a renunciar al mercado laboral por este empleo. Renunciaré por el mejor empleo.

• ¿Qué le llamó la atención en el anuncio o en la noticia que tuvo acerca de su existencia?
Las faltas de ortografía.

• ¿Qué piensa que puede usted aportar?
A parte del corrector ortográfico mi gran autoestima.

• ¿En qué piensa que puede usted mejorar trabajando con nosotros?
Creo que tratar con seres inferiores te ayuda a ser mejor persona.

• ¿Qué cree que puede usted aportarnos si no tiene experiencia profesional?
La visión de la realidad.

COMPORTAMIENTO EN EL TRABAJO
• Cómo le gustaría trabajar: ¿sólo? ¿En equipo? ¿Le es indiferente?
Me es indiferente.

• ¿Por qué prefiere trabajar en equipo?
Le he dicho que me es indiferente.

• ¿Por qué prefiere trabajar sólo?
Porque así no tengo que tratar con gente como usted, indiferente!!!

• ¿Qué experiencias tiene del trabajo en equipo?
Positivas. El trabajo en equipo es muy importante porque te permite echar la culpa a los demás.

• ¿Se ha integrado fácilmente en un grupo de trabajo?
Si, sobre todo cuando lo he dirigido yo.

• ¿Prefiere formar grupo con personas con los que previamente tiene amistad?
No, donde labores no riegues las flores.

• ¿Cree que, salvo excepciones, la amistad profesional y particular no deben mezclarse?
Si las excepciones acaban en la cama, no, no deben mezclarse.

• ¿Tiene tendencia a aceptar, a discutir o a poner sistemáticamente en duda las instrucciones de sus superiores?
Hay dos formas de realizar un trabajo: o bien o como el jefe dice.

• ¿Confía o duda en general en la eficacia de los demás compañeros?
Yo no tengo la culpa de que Dios les haya hecho inferiores.

• ¿Cómo acepta las normas de disciplina? Con convencimiento, como un mal necesario, como una imposición?
Hice el servicio militar: he aprendido a dejar la mente en blanco.

• ¿Qué opina de sus jefes anteriores?
Sólo uno se merece mi recuerdo positivo y no con un kalashnikov en la mano.

PROYECTOS
• ¿Cuáles son sus objetivos a corto, medio y largo plazo?
Ir al baño, volver a mi casa, jubilarme. Y no necesariamente por ese orden.

• ¿Por qué cree que es usted la persona más idónea para el puesto?
Porque tengo principios que se pueden financiar.

• ¿Qué méritos o puntos fuertes le pueden proporcionar ventajas respecto a otros candidatos?
Mi experiencia, incluso, en el ámbito laboral.

CONDICIONES PERSONALES
• ¿Puede incorporarse inmediatamente?
Si, ni tengo lumbago ni ciática.

• ¿Está dispuesto a cambiar de residencia?
Mi casa actual está bien, si la nueva tiene más superficie, por que no?

• ¿No le importa tener que viajar frecuentemente?
Si es en metro, en absoluto.

• ¿Tiene vehículo propio?
No.

• ¿Es usted propietario de su vivienda?
No, es el banco, que me la dará cuando cumpla 75 años.

• ¿Tiene alguna ocupación complementaria, retribuida o no?
No.

¿Se puede extender?
Sí, dígame donde está la camilla.

• ¿Tiene otras ofertas de trabajo alternativas?
Si, tengo varias ofertas mejores que ésta. Es más, he venido aquí sólo a pasar la tarde.

• ¿Tiene usted alguna actividad extraprofesional, política, sindical, cultural, deportiva, artística, comunitaria...?
Si.

• ¿Tiene usted alguna actividad propia?: negocio familiar, administración de propiedades, cultivo de tierras, clases particulares.
No.

• ¿Qué aficiones tiene para sus ratos de ocio? ¿En que los ocupa?
La música, la ironía, y la diversión sostenible.

• ¿Qué otras aficiones no ha podido desarrollar y aspira a hacerlo en el futuro?
Coleccionar dinero y tiempo libre para gastármelo.

• ¿Tiene usted muchos amigos?
No, nunca se tienen demasiados amigos.

PERSONALIDAD
• ¿Cuáles son sus mejores cualidades? Describa tres principales
El señor, en su inmensa sabiduría, me ha dotado de una gran… Paciencia. Las otras dos, se las puede imaginar.

• ¿Cuáles son sus defectos? Describa tres principales
Trabajador, honrado, e íntegro.

• Si tiene que tomar una decisión ¿es impulsivo o reflexivo?
Soy bastante reflexivo, no sólo para afeitarme o "lo otro".

SITUACIÓN FAMILIAR
• ¿Cuál es su estado civil?
Vivo con mi novia.

• ¿Qué condiciones deberían darse para que usted y su familia consideraran que ha tenido éxito profesional?
Que tuviésemos todos la suficiente cantidad de alcohol en la sangre.

• ¿Tiene cumplido el servicio militar?
Si.

• ¿Tiene proyectos de matrimonio?
El matrimonio es la principal causa de divorcios. Suponiendo que en esta empresa primen los valores de Dios, Patria y Familia. Si, no concibo la unión con mi esposa sin la bendición divina traducida en una docena de descendientes. Lloro.

• ¿Tiene usted hijos?
Que yo sepa no.

• ¿Qué hace actualmente?
Pues aquí, pasando la tarde con esta entrevista.

• Si está casado ¿trabaja su cónyuge?
No, no estoy casado y no trabajo con mi cónyuge.

¿Puede producir alguna incompatibilidad su nueva ocupación con el trabajo de su cónyuge?
No, cuando los dos lleguemos a casa hasta las pelotas de nuestros respectivos trabajos y tengamos que hacernos la cena y recoger la cocina me acordaré de por qué contesté No a esta pregunta.

• ¿Qué piensa su familia de su candidatura y de su nuevo empleo?
Pues que es chévere.

• Si convive con algún familiar ¿ha pensado en las posibles dificultades que pueden afectarle?
Si, por eso además de trabajo, estoy buscando una residencia de ancianos.

RETRIBUCIÓN
• ¿Cuánto ganaba en su empleo anterior?
Poco.

• ¿Cuál es el mínimo que cubre sus necesidades actuales?
Nunca se gana suficiente dinero.

• ¿Es realmente el factor económico el más importante en su decisión?
No, trabajo porque Adán tomó el fruto prohibido y desde entonces tenemos que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente.

• ¿Ha valorado otras prestaciones tales como la seguridad, transporte, comedor, vivienda, horario, vacaciones...?
Si, he valorado gastar menos dinero en regalos de cumpleaños de compañeros de trabajo.

OTRAS
• ¿Qué espera de su vida?
Salir vivo de ella.

• ¿Cuál es la persona más importante para usted? ¿Por qué?
Mi novia. Porque ella es el viento que mueve mis alas. Se que suena poético, sobre todo para usted, que estará acostumbrado a dar su número de tarjeta de crédito antes de entablar una conversación con una mujer.

• ¿Cómo afronta usted los momentos de aburrimiento en su vida?
No me aburro. Cuando me aburro, hago entrevistas de trabajo.

¿Cuál es el título del libro más importante que usted ha leído?
"COBOL II Application Programming Language Reference". Los personajes eran bastante planos, el final me decepcionó.

• ¿Cuál es la mejor película que ha visto?
Me gusta el cine familiar: El Padrino.

• ¿Qué considera usted más bello en una persona?
Su pureza.

¿Cómo manifiesta su amistad para con los demás?
Con una cuota mensual (y esta vez, no se trata de dinero).

¿Qué es lo más sagrado para usted?
El amor.

¿Se siente usted aislado? ¿Por qué?
No. Me suelen llamar en las campañas de marketing y suelo llamar a mis amigos.

¿Qué es lo más maravilloso para usted?
La vida.

¿Confía fácilmente en los demás? ¿Cómo lo manifiesta?
No. No beso a desconocidos en el transporte público.

• ¿Cuál es para usted el mejor programa de TV?
La carta de ajuste.

• Si usted pudiese convertirse en un animal, ¿cuál escogería? ¿Por qué?
El puerco espín, porque hace el amor con cuidado.

• ¿Cuál es la imagen que usted tiene de sí mismo?
Es buena, pero puedo empeorarla.

¿Si pudiese usted destruir alguna cosa, qué destruiría? ¿Por qué?
El FMI. La respuesta es demasiado profunda como para contestarla en una entrevista tan banal como ésta.

• ¿Cuál sería el peor perjuicio que alguien le puede causar? ¿Por qué?
Decirme que las galletas María Fontaneda son cancerígenas. Porque llevo demasiado tiempo comiéndolas.

• ¿Qué pretende usted realizar dentro de los próximos 10 años?
Ver obras y jugar a la petanca.

• ¿Cómo podría resumir en una sola palabra su vida?
Feliz.

• ¿Cuál es la emoción más fuerte que usted ha tenido?
Cuando murió Chanquete (la primera vez, las otras ya no tanto, reposiciones de los cojones!!!).

• ¿Cuál es su mayor preocupación actual?
Despertarme con picor de garganta, boca abajo, con los calzoncillos bajados, y con cincuenta euros debajo del bote de vaselina.

• ¿Cuál es la cosa más bella que ha visto en su vida?
A mi novia todos los días por la mañana: por ella son las puestas de Sol y las madrugadas.

• ¿Cuál es la peor tragedia que usted ha vivido?
La muerte de mi abuela.

¿Se siente seguro/a? ¿Por qué?
Si, porque yo fui fruto del amor, y usted?

¿Cuáles son las personas que más han influido en su vida?
Podría ser un maleducado, no contestarle, y mandarle a tomar por el culo, pero no lo voy a hacer, y le voy a responder: a usted qué cojones le importa?

¿Cómo ve usted la injusticia social?
Me viene un poco grande. Cuando tenga suficiente dinero como para influir en un gobierno, me vuelve usted a hacer esa pregunta.

• Y respecto a su vida profesional ¿Cuáles han sido los logros que ha conseguido en sus anteriores puestos de trabajo?
He conseguido trabajar de forma continuada durante casi veinte años.

miércoles, 9 de abril de 2008

El retorno desde Lisboa (1995)

Normalmente, uno viaja para conocer mundo y cultivarse. También se puede viajar para buscar la aventura o nuevas experiencias con las nativas de Crimea. Lo peor es tener todo tipo de problemas cuando se va con un viaje "semiprogramado". Los hechos que aquí narro son reales como la película de estrenos televisión, y ocurrieron en un país de Europa…

El domingo 24 de Julio, se acababan mis vacaciones con unos amigos en Portugal. La estancia fue muy agradable, y el país en general es digno de conocer. Ese mismo día (el domingo), volvíamos hacia Madrid en autocar a las diez de la noche.

Estuvimos hospedados en Cascais (una pequeña ciudad costera a 25 kms. de Lisboa y que linda con Estoril) y desde allí, teníamos que ir a la estación de autobuses que estaba en Lisboa. Llamé por la mañana para dejar el equipaje en la consigna de la estación, y luego pasar el día en la capital. El hotel lo teníamos que dejar antes del mediodía. La consigna estaba cerrada (me extrañó) pero como era domingo...

Volvimos hacia Cascais por la tarde, en los trenes de cercanías que le regaló Carlos III al Alcalde de Portugal y en un lapsus de trasbordos, uno de mis amigos perdió la cartera en un vagón del tren...

Denunciamos la pérdida en la comisaría de Cascais, y entre que el policía era portugués, funcionario venido a más, que no nos quería entender (me extraña mucho que un dialecto que viene del gallego, como es el portugués, sea tan diferente del castellano), que su procesador de textos era una máquina de escribir (con la que Matusalén escribía las cartas de amor a Sara Montiel), que escribía a máquina con dos dedos, que Brasil había ganado el campeonato del mundo de Fútbol, y que el reloj marcaba ya las nueve y media de la noche...

Llegamos al hotel a por el equipaje y pedimos un taxi para que nos llevara a Lisboa. El taxista, muy enrollado el hombre, empezó a hablar en español. Era argentino de padres portugueses y estaba exiliado en Portugal desde la guerra de las Malvinas. En el trayecto empecé a hablar con él, más que nada para pasar el rato, aunque mis amigos me miraban con mala cara. ¡Joder, tampoco me quería poner a llorar! En un alarde de psicología del taxista (que era marxista no practicante) me dijo, para hacer entender su mensaje: "...ya lo dijo Carlos Gardel, Siglo XX, cambalache, tango pendenciero y ruin, el que no llora no mama y el que no afana es un gil...". Eso ya lo había oído antes.

Cuando llegamos a Lisboa por primera vez, pregunté cuántas estaciones de autobuses había, y me dijeron que sólo una (lástima que no se pueda fusilar a la gente). Cuando le dijimos al taxista "a la Estación de Autobuses" y el se volvió y dijo "¿Cuál?" yo pensé: "Murphy era un ingenuo".

Pues sí, resulta que había varias estaciones de autobuses. Yo aluciné, e intenté acordarme de algún detalle de la estación que nos sirviera para identificarla. Y entonces, le dije al taxista: "...si, este, es una estación más bien pequeña, viste, que está en una calle con una vereda en el medio...". E voilà, el taxista nos dijo un nombre, pero aseguró que esa estación era grande. La estación tenía una dársena para ocho autobuses. Me hubiera gustado que el taxista hubiese visto la Estación Sur de Autobuses de Madrid, con sus ochenta dársenas "O más grande do mundo"...

Llegamos a la Estación de Autobuses a las diez y cuarto de la noche. El autocar, por supuesto, ya había salido. La estación estaba cerrada a cal y canto y, preguntando a un conductor de por allí, nos dijo que el próximo autocar salía el miércoles (yo tenía que trabajar el martes). Madrid parecía estar cada vez más lejos...

Cogimos otro taxi, éste portugués, y fuimos a la Estación Internacional de Ferrocarril de Santa Apolonia. La estación era también "grande" (tenía seis vías y dos de ellas eran para recorridos internacionales). El reloj marcaba las once de la noche aproximadamente, y, preguntamos en Información cuándo salía el próximo tren hacia Madrid. Nos dijeron que había dos trenes: Un Talgo que salía a las doce de la mañana del día siguiente, y que llegaba a las ocho de la tarde (nos venía como anillo al dedo), y el Lusitania, un tren que salía a las once de la noche del lunes, y llegaba a las ocho de la mañana del martes ("nene no guta"). Los billetes los despachaban a partir de las nueve de la mañana, que era cuando abría la terminal internacional.

Después de llamar a nuestras respectivas casas para decir que llegaríamos al día siguiente, pensamos en dormir en la estación para hacer tiempo, y dejar el equipaje en consigna, así como sacar dinero para pagar los billetes. La estación estaba ubicada al lado del puerto, y ya se sabe que las zonas portuarias son de lo peorcito de cada ciudad.

La consigna consistía en una ristra de varias taquillas dotadas de apertura digital Me dio mala espina. Las instrucciones, de lo más fácil, casi para torpes: se mete la maleta dentro, se introduce el dinero, y se marca el número de la taquilla que quieres cerrar. Te devuelve un código de acceso para abrirla posteriormente. Y así lo hicimos: metimos la maleta, pusimos el dinero y tecleamos el número de la taquilla. Sale un papel escrito por una especie de impresora y mientras mi amiga lo coge, yo lo miro (está en blanco), lo da la vuelta (y sigue en blanco) ¡AAAGHHHHH! La consigna se había tragado el equipaje y no lo podíamos sacar porque la puta máquina se quedó sin tinta (pensé en arrancar la consigna de cuajo y llevármela).

Mis nervios estaban a flor de piel, parecía estar en una pesadilla. Mi amiga, que conservó la calma mientras yo repasaba todos los tacos de la lengua de Cervantes, se dio cuenta de un pequeño detalle: el papel, que no tenía ni una letra escrita, se desplegaba cual revista de Playboy en sus páginas centrales y, qué casualidad, allí estaban los números del código secreto de la consigna. Nunca la letra System 10 Normal de impresora matricial me pareció tan bonita...

Acto seguido, y para tentar aún más a la suerte, intenté sacar dinero: Voy para el cajero cual cowboy que intenta montar a un caballo salvaje. Le miro fijamente al monitor. Saco mi tarjeta con la rapidez de la que hago gala en El Corte Inglés. Introduzco (la tarjeta) en la ranura correspondiente. Teclear el código secreto fue visto y no visto. Selecciono el importe y, cuando empieza ese maravilloso ruido de contar billetes, sale un papel que dice: OPERACIÓN ANULADA AAAAGGHHHHHH!

Estaba dando golpes y patadas al cajero con la fuerza y la gracia de la que hago gala, cuando en un cambio de ritmo de derecha a izquierda, miro hacia atrás. Había un hombre en la cola, que puso cara como diciéndome: "tranquilo, majete, que no es para tanto", pero el hombre no sabía el día que llevaba yo. Mi amiga me tuvo que prestar dinero...

Nos sentamos en un banco de la estación. Me metí el reloj en el bolsillo (por si me lo "afanaban") y empezamos a dar las primeras cabezadas (eché de menos los documentales sobre animales que ponen en la televisión y el poder mórfido que tienen). Y de pronto, a eso de las doce y media de la noche, aparece la Policía.

Uno de los policías, empezó a cerrar una de las puertas de la estación mientras otro, nos decía algo así como: "salid de aquí, que la estación se va ha cerrar.". Yo no daba crédito a lo que pasaba. Es raro que se cierre una estación de autobuses, pero más raro es que se cierre una estación de tren. Generalmente son sitios de paso y lugares para hacer tiempo. No me imagino ya el aeropuerto de Lisboa (opción que descartamos, porque mi amigo no tenía documentación).

Salimos de la estación, casi tarifando. Las personas que viajaban con mochilas y sacos, se pusieron a dormir apoyados en la fachada. Craso error porque la policía también les echó de allí. Tuvieron que dormir en las paradas de autobuses que allí había. Optamos por una solución más digna e intentamos buscar una pensión...

Andando los tres juntos y por el medio de la calle, nos aventuramos por esos barrios oscuros de la ciudad y donde cualquier sombra es sospechosa (me recordaba "Chabolandia", una zona residencial que está entre Tetuán de las Victorias y El Barrio de la Pili (de donde son casi todos los taxistas).

Vimos un luminoso de pensión. Al entrar, había un folio pegado en la pared con esparadrapo y escrito a lápiz, que decía "no hay habitaciones". Nos dio muy mala espina. Seguimos caminando y encontramos otra pensión que sí tenía habitaciones libres. Además, había un taxi parado en la puerta, del que estaba bajando un futuro cliente. No podía tener mejor pinta...

Llamamos a la puerta y nos apareció una afroportuguesa de cien kilos de peso repartidos en un metro sesenta de altura, con un salto de cama y los rulos puestos. Yo, ya lo he visto todo en la vida. Tal y como estábamos de desesperados, podía haber salido desde el monstruo de Alien hasta Falconetti pasando por la Señorita Rotenmeller, que nos hubiese dado igual. Entramos con menos prejuicios (creo que ya no nos quedaban) que perjuicios.

La mujer, amable incluso, nos condujo a nuestros aposentos. La habitación tenía dos camas: una de matrimonio y otra para ver el espectáculo (pues me recordaba ciertos habitáculos de cierto lupanar, todo esto, según me contó un amigo mío). Sólo le faltaba la luz tenue roja. Cerramos por dentro, dejamos el cerrojo a medio echar (para que no pudiesen abrir desde fuera) y no contratamos a un guardia de seguridad de milagro. Allí dormimos como pudimos y con mucha "organización". Dijimos a la señora que nos llamara a las ocho de la mañana.

Nos avisó una hora antes, a las siete (esto creo que se debe a que aprovechan los cambios de guardia en el Museo de la Guerra, que estaba al lado) y nos fuimos a desayunar. Hicimos tiempo y nos dirigimos a la estación de cercanías, para preguntar por la documentación de mi amigo (que por supuesto no aparecería nunca más). Cogimos la línea de autobús "25", pero para regresar, regresamos en el "9". Esto es así, no por conocer Lisboa, sino porque creo que hacen los recorridos en un solo sentido ¿?.

A las diez de la mañana, estábamos otra vez en Santa Apolonia. Volví a intentar sacar dinero, pero esta vez con más calma. Me sonrió la diosa Fortuna y la mala racha parecía que se acababa. Nos dirigimos al mostrador del Terminal Internacional y así como el que no quiere la cosa digo: "tres billetes para Madrid en el Talgo de las doce". El hombre, mientras miraba la pantalla por encima de las gafas me contesta: "no hay".¡AAAAAAAGGGHHHHHH! otra vez. Madrid no estaba lejos, estaba a tomar por el culo...

Yo ya me veía en el Lusitania con los asientos de madera como los bancos del parquecito de mi barrio, los foráneos con gallinas corriendo por el pasillo y con el olor del carbón de la locomotora. Pero mi amigo, como Don Quijote ante los molinos, hizo razonar la respuesta al funcionario. Resultaba que el Talgo estaba completo de Cáceres a Madrid desde hacía dos días, pero de Lisboa a Cáceres iba casi vacío. Lo cogimos. Vaya que si lo cogimos. Cáceres era España, joder, y está bien comunicada, sólo le falta tener Metro.

Al ponerse el tren en marcha, parecía que se ponía en marcha el despertador que nos sacaba de esa pesadilla. Cuando entraron los Guardias Civiles en la frontera con España para pedirnos la documentación, yo estuve a punto de besarles. Nunca me había alegrado tanto de ver a un guardia civil (bueno, si, cuando los veo antes de que me detecte el radar en la carretera). El momento más emocionante del trayecto fue la llegada. Habíamos salido de una estación de seis vías que ni IBERTREN las tiene y entramos a Madrid por Atocha.

Esos güiris con sus mochilas al hombro y un moreno fijado por la mierda y los churretes (recuerdo de cada país visitado) alucinaron realmente de la diferencia. Esa diferencia en los trenes de cercanías, en esa Estación de Atocha, y sobre todo, en ese AVE que marcaba una vez más, la diferencia. La expresión de sus caras lo decía todo. Me sentí orgulloso de ser español y lo que de verdad aprendí con esta experiencia fue a valorar más nuestro país. Ah, y la próxima vez estaré en la estación una hora antes, je, je, je.

jueves, 21 de febrero de 2008

Relato

No recuerdo bien a qué hora llegué a la Estación de Autobuses de aquel recóndito pueblo. Creo que fue con el suficiente tiempo como para comprar el billete que me llevaría de vuelta a mi casa. Para matar el tiempo de espera, me puse a observar el vestíbulo de la estación y a la gente que por allí merodeaba.

El caso es que, cualquier concentración de personas da juego para todo tipo de lucubraciones sobre prejuicios, parentesco, y demás. Así que, mientras me dirigía hacia un sitio lo más alejado posible del ruido de la sala, me puse a descartar posibles compañeros de asiento.

- Si, cariño, creo que llegaré de madrugada –decía un hombre de mediana edad por el teléfono móvil, mientras se cruzaba en mi camino. Vestido de sport, y con algunos kilos de más, llevaba un portafolios cargado de papeles y bastante manoseado. La conversación, con su mujer, era en un tono agradable, correcto, y que terminó con el esperado "yo también te quiero".

El mobiliario de la estación era más bien minimalista, compuesto por un par de mesas de fumador, y varias hileras de sillas de plástico unidas por un pie de metal. En unas de esas sillas, estaba sentado un matrimonio tipo "Dios, Patria y Familia" que tenía una hija que estaba jugando en el suelo con su muñeca.

La niña me miró, y yo, como acostumbro, la saqué la lengua. Sonrió de forma cómplice, y me correspondió, mientras yo continuaba descartando sitios donde poder esperar la salida del autocar.

- Jo tía, que fuerte, que fuerte, que fuerte -a mi siniestra, una pseudo top model, peliteñida, vestida a la última, enseñando el ombligo y arrastrando el troley de turno, decía a su amiga, por el teléfono de última generación.

Examiné la posibilidad de comprar algo en las máquinas automáticas, pero había una pareja de jóvenes trotamundos, con voluptuosas mochilas que, aparte de comprar algo, se estaban besando apasionadamente. Oh el amor...

Por último había un banco, entre los dos servicios, donde un vagabundo haraposo se recuperaba de la borrachera de turno. Me llamaron la atención sus ojos grises, y un inusual olor a polvo de talco que percibí cuando me acerqué para entrar en el servicio. Al salir del cuarto de baño, me dirigí hacia la puerta, donde estaba la peliteñida, que continuaba con la conversación. No entiendo cómo la gente puede hablar tanto por teléfono para no decir absolutamente nada.

No pasó más de media hora cuando el autocar abrió sus maleteros. Con cierto orden, dejamos las maletas, y posteriormente, nos fuimos colocando en el interior.

El viaje transcurría con normalidad, habíamos abandonado la estación hacía como una hora, y mientras el conductor se peleaba con el vídeo para poner alguna película, nos cruzamos con una patrulla de la Guardia Civil y una ambulancia.

Vi los títulos de crédito de la película y pese a los ronquidos del hombre del portafolios, conseguí quedarme también dormido. Muchas veces, más que el ruido, es la ausencia de ruido la que te hace despertar. Oír un último gran ronquido, expiración agradecida, y volví a dormirme.

El conductor, que tampoco respetaba mi sueño, tomó una curva más curva de lo habitual, con lo que me desperté, como casi todo el autocar. El viraje fue tan violento, que el hombre del portafolios dio con su cabeza en el regazo de la peliteñida que estaba sentada en un asiento del pasillo contrario.

El sobresalto fue colectivo, las luces se encendieron. Al intentar incorporar al hombre del portafolios, la top model en cuestión tocó sangre, con lo que el grito fue necesariamente aterrador. Casi tanto o más que el frenazo del autocar.

Coincidió, por casualidades de la vida, que paramos cerca de un aparcamiento de carretera. El conductor, después de hablar por radio con la Guardia Civil, se dirigió hacia allí, y aparcó el autocar en un lugar visible, cerca de una farola. Motivos de seguridad. Por supuesto, nadie pudo moverse del autocar hasta que llegó la benemérita y la ambulancia reglamentaria.

Mientras los enfermeros atendían a los heridos, pocos, la peliteñida era tratada en primera persona por el médico de un fuerte ataque de ansiedad. El hombre del portafolios abandonó el autocar en una camilla del servicio funerario, después de que el juez hubiese ordenado el levantamiento del cadáver. Triste muerte en triste sitio.

- Conoce usted a este hombre? –me preguntó el señor agente de la autoridad, mientras yo intentaba recordar al mismo tiempo que mis defensas se disparaban y mi color pálido pasaba a ser salmón ruborizado...
- No, no le conozco…Bueno, sí –tartamudeé.
- Le conoce o no le conoce? –siguió preguntándome el agente.
Miré de nuevo la fotografía. Era un hombre bien parecido, en las fotos de carnet, uno siempre es bien parecido, y tenía unos ojos grises que automáticamente recordé.

Pensé que había sido original, y aunque, a veces soy ordinario, esta vez, fui vulgar. Resulto que el hombre en cuestión, más que sospechoso de asesinato, fue víctima. Era el nexo de unión con el hombre del portafolios, que como él, formaba parte de una serie de asesinatos. Así tambien lo habían confirmado de forma vulgar casi todos los ocupantes del autocar.

La entrevista con la Guardia Civil terminó con una orden explícita, para todos los ocupantes del autocar, de presentarse a la mañana siguiente en la comisaría correspondiente para seguir con la investigación.

Al salir de la furgoneta de atestados, pasé por al lado del conductor del autocar, que estaba bastante afectado, mientras oía la protesta, agitada, de otro compañero suyo, y que había sido sacado literalmente de la cama, para continuar el viaje que la muerte nos había hecho interrumpir.

El autocar del crimen fue precintado, y el nuevo conductor nos pegó un grito para que subiésemos en el coche sustituto. Aquel hombre había dejado sus modales en la cama. Metimos el equipaje de mala manera, y entramos en el nuevo autocar tan rápido como un grupo desorganizado y desorientado de personas, a altas horas de la madrugada, puede hacerlo.

Tuvimos que esperar a que una anciana, con paso torpe, consiguiese subir al autocar. La mujer en cuestión llevaba una rebeca hecha de punto y de color salmón.
- Vamos abuela, que no tenemos toda la noche –dijo el conductor.
- Ya, hijo, ya, es que los años pesan –contestó la mujer.
- Y los kilómetros también, jua jua jua!!! –contestó con diabólicas carcajadas el conductor, mientras que la señora, mirándole inquisidoramente, se dirigía, para sentarse, hacia uno de los asientos vacíos del autocar.

Ya no me pude dormir. Como en mi trabajo me paso el día contando filas, columnas y registros, tengo cierto espíritu de Conde Draco, de Barrio Sésamo, así que me puse a contar… Puntos kilométricos, curvas a la derecha, curvas a la izquierda, coches que nos adelantan, camiones cisternas, bajamos un valle, subimos un puerto… Personas que van a preguntarle al conductor. Podía ir a preguntarle yo también… Creo que voy a ir a preguntarle al conductor… Y qué le pregunto?

Fui hacia él con el paso lento, esperando a que, la señora de la rebeca, terminase su turno. Cuando la anciana volvía hacia su asiento, me crucé con ella en el pasillo. Apenas me di cuenta que se le había caído un pañuelo de papel manchado de sangre, supuse que de sus fosas nasales. Me sonrió, la devolví la sonrisa, y continuamos cada uno hacia nuestros destinos, eso sí, con cierto olor a polvo de talco.

Al mismo tiempo que yo llegaba a la altura del conductor, éste se desmayaba sobre el volante del autocar. Intenté tomar el control del vehículo, pero el peso de aquel corpulento hombre sobrepasaba con creces el que yo estoy acostumbrado a levantar.

El autocar chocó violentamente contra las rocas del interior de la curva. El conductor fue literalmente extirpado de su asiento. No creo que ningún forense fuese capaz de acertar con el motivo de su muerte. Fue de tal magnitud el golpe, que el autocar quedó atravesado en la estrecha calzada, para posteriormente, y por efecto de la gravedad, y como si fuese marcha atrás, caer al precipicio.

Abrí lo ojos. Estaba metido entre el asiento del conductor y lo que quedaba de la mampara de separación. Si fuese creyente diría que fue un milagro, pero quizás estaba allí porque pude tirarme al suelo, instintivamente, al mismo tiempo que se producia el accidente. Moví los dedos de las manos y los dedos de los pies, me toqué la entrepierna. Todo bien. Bueno, sangraba un poco en el cogote, pero la cabeza tampoco es un órgano vital. Repté hacia lo que quedaba de la puerta de salida, y conseguí, a duras penas, salir al exterior.

El cielo estaba naranja, amanecía. Aturdido me puse de pie, sin percatarme del infierno que había a mi alrededor. Como buenamente pude, me dirigí hacia la carretera, que estaba cuneta arriba... Fui encadenando un paso detrás de otro, tipo zombi, y a medida que lo hacía, iba recuperando la consciencia.

El autocar quedaba atrás, parecía que había andado cincuenta kilómetros aunque sólo fuesen unos cincuenta metros.
- Señor!!! -oí una voz dulce que me llamaba. Era la niña, huérfana en su desdicha, que también había sido superviviente más que sobreviviente de aquella hecatombe.

La cogí en brazos y seguí mi camino hacia la carretera, hacia la civilización. Al no ser un lugar muy transitado, me imaginé que tardaría un tiempo en llegar la necesitada ayuda.

Miré hacia el asfalto buscando las luces cómplices de algún vehículo. No me desesperé mucho porque, aunque mi búsqueda fue estéril, las sirenas de la policía y de las ambulancias se aproximaban incrementando aún más la mezcla de sonidos provocados por el accidente.

La tos de la niña hizo que girase la cabeza hacia ella. Un cuajo de sangre salió de su boca, manchándome el hombro. Una lágrima salió de mi ojo derecho. La abracé, al mismo tiempo que la depositaba, con cuidado, como si estuviese dormida, en el suelo.

Al incorporarme, noté un olor a polvo de talco que me resulto conocido. Me giré buscando el origen, encontrándolo. Un pinchazo de muerte me partió el corazón. El borbotón de sangre fue casi instantáneo, y mientras caía esperando la muerte, logré agarrarme a la rebeca de la anciana, precipitándome con ella de nuevo sobre la cuneta.

La anciana consiguió clavar la aguja de hacer punto en la tierra, mientras, a lo lejos, y con unas voces muy tenues, escuchaba, por última vez, a la policía y a los enfermeros que se dirigían hacia el autocar.

miércoles, 30 de enero de 2008

No podemos conducir por ti

Ni puñetera falta que hace. El automóvil, artículo de lujo para la mayoría, se ha convertido, por arte de magia, en un arma de destrucción masiva. Pero si en vez de digerir esta falacia como un potito nos atreviésemos a masticar la realidad como un cocido completo, nos daríamos cuenta que existen otros factores más importantes.

Empecemos por el vehículo en si. Los garbanzos negros. Los coches, como cualquier proceso de fabricación que se precie, está sometido a un margen de error. Esos errores, suelen ser silenciados o maquillados para que raramente vean la luz. Cuando, un error así, afecta a treinta mil coches, alguien hace números: han sido treinta mil vehículos con un problema en la transmisión, que pueden provocar un cuarenta por cierto de accidentes y de esos accidentes, un diez por ciento de heridos y un uno por ciento de muertos, con un gasto total, en demandas judiciales, de cien millones de euros. Si retiramos esos treinta mil coches de la circulación y arreglamos la transmisión, y hacemos una campaña de publicidad para transmitir la excelencia de nuestra marca, conseguiremos reducir el impacto mediático. Pero si no es rentable esa operación, no se hace nada, y la culpa, como siempre, es del conductor.

Las carreteras. El viario que tenemos en España es penoso. Este país, en su momento, presumía de ser el país de la Unión Europea que más autovías tenía. Y era el que tenía más autovías, porque el resto… Tenía autopistas. Se invierte todo en nuevas carreteras, túneles y demás, para que el cacique de turno salga en los medios, pero se mantiene mas bien poco el trazado que ya existe.

Los puntos negros en las carreteras siguen sin desaparecer. Pero en cambio, aumentan los radares. Es una medida recaudatoria, no preventiva. Entiendo que pongan radares en núcleos urbanos o en travesías para que la gente no realice rallyes, pero no entiendo que limiten la velocidad en un cruce de carreteras en vez de hacer el correspondiente puente. Bueno, si lo entiendo, es, como siempre, el puñetero dinero.

El número de agentes de tráfico sigue permaneciendo constante estos últimos años, aunque haya aumentado el número de kilómetros de carreteras construidas. El agente de tráfico es garante de la seguridad vial, y quien hace cumplir la ley, con las correspondientes penalizaciones si llegase el caso. Pero mantener una plantilla de agentes de la autoridad, cuando en este país, la autoridad siempre es cuestionada, es mucho más caro e impopular que poner un radar con nocturnidad y alevosía. Eso no aumenta la seguridad, aumenta la desconfianza.

Los conductores somos asesinos. Solemos ser demasiado violentos al volante. Yo creo que la gente pierde el tiempo durmiendo o en el trabajo, y luego quiere recuperarlo al volante. Se conduce como si te fuese en ello la vida, sin ningún tipo de educación vial, y mucho menos, educación general, que, para mí, es el principal problema, el núcleo de todo este asunto.

España tiene el mayor número de peatones atropellados de toda la comunidad europea. Si la gente cruzase por los pasos de peatones, y si los conductores fuesen conscientes de que el coche es sólo un medio de transporte, no una forma de obtener poder y estatus social, otro gallo nos cantaría.

El carné de conducir se lo dan a cualquiera. En vez de ser estrictos, y de hacer auténticos exámenes de actitud y de aptitud, se baja y rebaja el listón para que todo el mundo que quiera, pueda conducir. Es más importante vender coches, y llenar nuestras carreteras de ineptos que pagan impuestos, que conseguir que la gente que se ponga al volante de un vehículo, sepa, con seguridad y consciencia, que es lo que está haciendo.

Porque, no lo olvidemos, a nivel político, cómo vas a penalizar a alguien que te va a votar? Estarías completamente loco si, en vez de tratar al electorado como si fuese un jardín de infancia, o un grupo de retrasados mentales, les dijeses, de forma coherente, "señores, tenemos un problema, y tenemos que arreglarlo entre todos". Llamarías mal educado a alguien te que da su voto, su confianza? Es muy difícil opinar en contra de tus propios intereses.

La velocidad es un efecto secundario de la potencia. Mi coche corre más, porque tiene más caballos. Y los caballos, hacen que tenga mejor aceleración, y que pueda realizar un adelantamiento en menos tiempo, con una menor exposición y un menor riesgo para el conductor. Pero eso, nadie lo dice. El 37% de las causas de accidentes es la velocidad, con lo que el 63% de las causas de accidentes, la mayor proporción, son otros motivos.

Otros países de nuestro entorno, no tienen nuestros límites, no tienen nuestras carreteras, y tampoco tienen nuestros muertos. Si tuviese que dar una razón de por qué cada mes mueren en España tantas personas en la carretera como si se estrellase un Boeing 747 con todos sus pasajeros a bordo, no daría una, daría todas estas razones con las que he intentado componer este artículo.